Capitulo 52- Eso es todo?

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Salimos a un patio trasero muy amplio lleno de flores y un helipuerto en el centro, caminamos acompañados de unos guardias de seguridad armados con ametralladoras y pistolas; al llegar al helipuerto, pudimos ver a Max allí esperando por nosotros.

--Rápido, rápido, que el helicóptero despegará en unos segundos y no creo que quieran quedarse aquí—dijo él y le guiñó un ojo a Johanna con complicidad; se subió al helicóptero y luego ayudó a Johanna a subir con el bebé.  La hizo tomar asiento y le abrochó el cinturón de seguridad; aseguró al pequeño y se sentó al lado de ella.

La miró con una sonrisa y le hizo señas para que se pusiera los audífonos, ella se los colocó con desconfianza

--Así podremos hablar a gusto, te sientes cómoda?—el maldito se comportaba como si la conociera de toda la vida; me senté en el único lugar que había vacío, frente a él ya que frente a Johanna había un tipo de seguridad.

--Oye!—le llamé la atención, Max se giró solo un poco para verme – Qué hay de los míos?—pregunté conteniendo mi enojo, Max me regaló una sonrisa sarcástica

--Lo siento amigo, no hay más, creo que no podrás oír nada de lo que hablemos—medio se burló de mí, apreté un puño y el sujeto a mi lado se acomodó sujetando la ametralladora.

Me quedé quieto aguantándome las ganas de matarlos a todos por ahora, una vez que lleguemos, ya vería lo que sucede.

El helicóptero se  puso en marcha y ya no pude escuchar nada de lo que Max y Johanna hablaban; solo espero que por una vez en su vida, ella me haga caso y no le diga nada que pueda comprometernos.

Habría pasado como media hora cuando llegamos a una pista con unos cuantos aviones, algunos más grandes que otros. El helicóptero aterrizó, Max se desabrochó el cinturón de seguridad, se puso frente a Johanna, le desabrochó el suyo, tomaron al bebé y bajaron seguidos por el sujeto con la ametralladora; los alcancé lo antes posible; llegué en el momento justo en el cual Max tomaba a Johanna de la mano y envolvía su brazo con el de ella. Mi ira se disparó y en un abrir y cerrar de ojos, había matado al guardia y lo apuntaba con mi arma a la cabeza.

Reaccioné porque pude escuchar la voz de Johanna gritándome que me detuviera.

Volví en mí y mire lo que había hecho.

El sujeto de seguridad se encontraba a unos metros de distancia con un disparo en la cabeza, Max me apuntaba a la cara mientras que Johanna se encontraba detrás de él con el bebé en sus brazos.

--Johanna, vení conmigo, todavía estamos a tiempo de subirnos al avión e ir a Buenos Aires, solo acercate a mí; prometo que todo va a salir bien— mi mano sostenía con firmeza el arma apuntando hacia la cabeza del desgraciado de Max. Noté que ella no se movió y mi enojo aumentó nuevamente. – Que vengas conmigo ahora!—exclamé con fiereza, ella se sobresaltó y el bebé comenzó a llorar desconsoladamente

--Lamento informarte que ella no irá a ningún lado contigo, amigo, la bella joven vendrá conmigo a Buenos Aires y allí criaremos al niño, pero no te preocupes, el pequeño sabrá lo que hiciste y no creo que te valla a extrañar; digo, igualmente solo pasaron juntos, qué? Un día?; en fin, te agradecería que bajes el arma y te pongas de rodillas en lo que vienen por ti para dar un paseo no muy agradable.—habló el maldito con un tono alegre.

Él y Johanna habían planeado esto en el helicóptero cuando yo no podía oírlos o era solo un plan de Max para deshacerse de mí?

Mi cabeza no dejaba de dar vueltas pensando en cómo deshacerme de él y no herir a Johanna y al niño en el proceso.

--Rodrigo, por favor, bajá el arma y terminemos esto de una vez; no puedo seguir así con el bebé estando en peligro constante toda nuestra vida.—dijo Johanna con lágrimas en sus ojos; mi vista se posó en su mirada llena de temor y decidí lo que era mejor para ella y el bebé.

Bajé el arma y me dejé caer de rodillas al suelo. Max se acercó un paso hacia mí y Johanna se movió hacia atrás mientras cubría al pequeño con su cuerpo.

Ella me conocía bien.

--Eso es todo? Así de sencillo? Debo admitir que creí que darías más pelea, después de todo, estuviste años y años tratando de tener a esa mujer; pero, cuando finalmente la tienes y las cosas se ponen un poco difíciles, tú  te rindes y la dejas irse con otro hombre; aunque debo decir que, esta vez, fue muy inteligente en dejar que se quedara conmigo. Solo piénsalo, yo le daré todo lo que ella quiera y más, incluso para el bebé; yo soy la mejor opción para ellos—se jactó con una enorme sonrisa, una tan grande como su estúpido ego.

Max se giró solo un poco para ver a Johanna y luego regresó su mirada hacia mí, le sonreí con malicia y su sonrisa se borró dejando ver en su rostro preocupación y confusión.

--El mejor soy y siempre seré yo—dije y le disparé dos veces, los impactos se vieron en su pecho pero no me quedé para ver si estaba muerto o no; me puse de pié inmediatamente y corrí hacia Johanna, la sujeté por la muñeca y corrimos hacia el avión que esperaba para despegar. Subimos, Johanna se sentó en uno de los asientos junto a una ventanilla, acomodó al bebé y mientras tanto yo, me dirigí a la cabina.

Abrí la puerta y amenacé con el arma en la cabeza a los dos pilotos, ellos se apresuraron en despegar el avión y me aseguraron que harían lo que les había dicho.

Regresé a la parte de atrás, me senté en un asiento cerca de Johanna,  guardé el arma en mi cintura y me relajé unos segundos.

El vuelo sería de unas diez horas aproximadamente, asique, esto será agotador y algo agitado. Solo espero que ahora todo salga bien.

Tiene que salir bien.

El viaje fue muy silencioso; es más, ni siquiera el bebé había llorado, una aeromoza nos había traído comida y algunas bebidas, prepararon unos biberones para el bebé y hasta tenían todo listo cuando el pequeño se había ensuciado el pañal.

Definitivamente, Max había preparado todo para que Johanna no tuviera que preocuparse durante el viaje; maldito hijo de perrx, él en verdad quería seducir a mi mujer, menos mal que lo maté; aunque no lo disfruté tanto como hubiese querido, me sentía tranquilo ahora.

Después del largo viaje, finalmente llegamos a Buenos Aires; el avión aterrizó en una pista privada, nosotros bajamos y nos subimos a un auto que estaba allí estacionado.

Johanna no dijo nada durante todo el camino a la casa que había preparado, bueno, mandado a preparar.

Apartada a unas horas de distancia del pueblo mas cercano, la casa se situaba en un campo rodeado de diferentes plantaciones; había animales como gallinas y algunas cabras rondando por el lugar, era perfecto para que viviéramos sin ser molestados por vecinos curiosos o cualquiera que fuera un problema.

La Bailarina del Luchador Where stories live. Discover now