El ataque al campamento

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MATTHEW

Mi cabeza dolía, dolía más de lo que nada había dolido en mi vida mientras asimilaba todo lo que estaba pasando. Yo no sabía que esto sería así, yo... sólo quería combatir, ser un héroe, matar monstruos y luego tener gloria. Como en las historias que Annabeth nos cortaba de sus misiones como semidiosa, y por esa motivación había terminado metido en una misión que la superaba incluso a ella.

El fin del mundo.

Tenía ganas de reír mientras colapsaba, dejar salir toda la frustración que tan agobiante me estaba resultando, y luego, sin más, sólo rendirme ante la perspectiva de perderlo todo. A mi hermano, a mi madre, a papá, a mi casa, a mi tiempo, todo por un estúpido sueño de ser un héroe legendario. De todas formas, si me rendía o no la diferencia sería mínima, siendo no más que un mortal tampoco podría hacer que aquel lobo plasmado en el cielo escupiera el sol, o matar a aquel lobo gigante que vimos en new york, no había nada que pudiera hacer.

Incluso, la perspectiva de quedarme en aquel destruido campamento se oía como la diferencia entre morir por apuñalamiento o por un infarto. Aquel enigmático chico con cara de querer pegarle a alguien que acompañó a Frank y a Hazel me estaba guiando.

—Y... ¿de quién eres hijo? —pregunté mientras notaba su camisa desteñida de color anaranjado.

—Anubis. —contestó con sequedad.

—Ese no es un dios griego.

—Es mi padre, da igual de que mitología sea.

—Si tú lo dices...

—Entonces... eres egipcio. Un semidios egipcio. —dijo Zia, la única otra del grupo que estaba conmigo.

Leo y Alex habían ido a comer algo, mientras que Annabeth, Carter, Lester y Magnus habían ido a una clase de cueva.

—Si.

—¿Tú mamá fue Sadie entonces?

—Si. —respondió irritado.

—Ella fue una muy buena amiga mía, era una chica agradable. ¿Y tienes un nombre?

—Theodore.

—Nombre completo.

—Theodore Carter Stone. —lo dijo de tal forma que sonó como un escupitajo.

Él siguió avanzando sin darle la mayor importancia, yo tampoco se lo di, sin embargo, Zia quedó estática en su lugar un par de segundos.

—Ay dioses...

—Si, me llamo en honor a tu novio, que es mi tío, o lo que sea, ¿podemos continuar caminando? —dijo el semidios egipcio.

—Es que... yo... ¡tengo muchas preguntas!

—Ninguna es importante, no ahora. Me encargaron llevarlos a una cabaña para que puedan descansar, eso estoy haciendo, no me interesa en lo más mínimo responder preguntas tontas.

—Es que... yo... ¡ni siquiera estaba segura de que fuera posible un semidios egipcio! —casi gritó Zia—, y no sé que le pasó a Sadie... o al mundo, ¿Dónde está Walt-Anubis?

—¿Por qué es importante eso ahora?

—¿Pueden calmarse ustedes dos? —intervine un poco harto—. No es importante, no ahora al menos.

Zia resopló, y cuando estuvo a punto de decir algo como una trompeta en el cielo resonó el sonido de una explosión. En las cercanías se levantó un pilar de fuego en el cielo, una explosión de unas llamas de un intenso carmesí que a la vista me sobrecogió mientras su inmensidad sólo crecía y crecía más sin pista de que pararía en algún momento.

Un mundo después de los dioses [Cancelado]Where stories live. Discover now