El campamento

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LEO

Lo cierto es que nunca había pasado mucho tiempo en campamento mestizo, es decir, había estado ahí meses en los que construía el Argo II, pero después me había marchado, y rara vez volvía. Desde luego nunca había convivido con los campistas como para conocer su forma de vida en general, la mayoría del tiempo estaba en mi taller, o en la cabaña y, aun con mi desconocimiento, estaba convencido de que no se suponía que se viera de la forma en la que ahora estaba. Fragmentado, destruido, no más que un vestigio que no había tenido un buen día desde hace años.

—Pues... parece que no hay nadie. —mencionó Jack en mi mente.

Estaba más relajado de cuando entramos, no había rastro de algún monstruo resiente, es decir, claramente había habido alguno en el pasado, de ahí las marcas de garras y dientes en algunas de las cabañas destrozadas, o pisadas animales en el suelo, o bien el fuego.

—Por los dioses. —dije.

—Por... mí... —continúo Lester.

Mis compañeros uno a uno fueron bajando sus armas. Excepto Annabeth.

—¡No se confíen! —casi gritó la de Atenea—, ¡Hay alguien aquí!

Miré con confusión a la chica.

—¿Cómo puedes estar tan segura?

Yo no lo estaba en absoluto, no encontraba más que muestras de abandono, huellas que se habían perdido hacia mucho tiempo, maleza habiendo crecido descontrolada entre la cabaña. Astillas de bronce celestial clavadas en el suelo rodeadas de polvo... de pura sorpresa no había el cuerpo de algún campista. La cabaña 4, 11, 16, y 20 directamente habían desaparecido, no más que escombros de madera desperdigados por el suelo.

—De haber estado desocupado por al menos unos meses habría más descontrol de la maleza, las hierbas casi no han crecido al interior de los edificios, cuando muchas deberían. —ella señaló la cabaña 6, no estaba intacta, en absoluto, pero su destrucción se limitaba a como buena parte de la pintura se había caído.

—¿Y? —preguntó Carter—. Quizás el Ragnarok empezó apenas hace unas semanas.

—De ser así, entonces tampoco habría tanta destrucción para que la madera de algunos fragmentos se hubiera podrido.

Ella señaló madera podrida proveniente de lo que en algún momento fueron establos.

—Por no mencionar, que debería de haber más animales sueltos, pero no. Como si hubieran sido capturados.

Ahí fue donde me convencí más de la presencia de alguien más. Envolví mis manos en fuego, y con ellas apunté de un lado al otro con la sospecha de que en alguna dirección pudiera llegar un enemigo, un monstruo. La amenaza llegó en forma de una sombra recorriendo con rápides un camino entre los arboles que tapaban el camino hacia la cueva de la oráculo, Lester tensó su arco, y la espada de Magnus voló por cuenta propia a nuestro alrededor, como lista para lanzarse.

—No se apresuren. Puede ser un aliado. —dijo Carter, aunque era el único que no había levantado un arma, hasta Matt Chase ya tenía el cuchillo listo para apuñalar o desgarrar.

Alex se convirtió en un perro, y con aquella apariencia empezó a olfatear. Ladró con intensidad hasta la densidad de los árboles.

Tres siluetas salieron de estas. Vi la punta de una flecha de bronce apuntando hacia nuestra dirección, un arma portada por una chica en las sombras lista para disparar, y a su lado un chico que con su espada de oro imperial estaba en guardia contra nosotros... aunque, sin duda, la silueta más impactante no era ninguna de aquellas dos, sino... la de un oso. Era más alta que cualquiera en todo el grupo, un gran oso grizzli con numerosas cicatrices esparcidas a lo largo de su pelaje, y un parche en el ojo.

Un mundo después de los dioses [Cancelado]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt