En el fin del mundo

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ZIA

Vi la ciudad arder... el fuego creciendo como grandes pilares del tamaño de rascacielos, el rojo tomando todo el territorio, la ceniza expandiéndose, la negrura acompañándole, me aferré a mi asiento mirando la estatua de la libertad... destrozada, y quemada, a la par como derretida. Pocas veces había ido a new york, pero verla en ruinas, dar cuenta de los edificios, de la jungla de asfalto, habiendo caído en la desgracia... en fuego... dioses, me recordaba tanto a la caída de mi pueblo de nacimiento habiéndose quemado hasta las cenizas, y con el rojo en el cielo parecía que Apofis había tomado el terreno, pero eso último era poco posible.

—¿Qué le pasó a Nueva York? —preguntó Alex.

—Un incendio... el peor de todos. —avisó Carter.

—Imposible... un incendio no se expandiría tan rápido. —dije.

—¿Entonces que pasó...? —preguntó Leo.

—¡Apolo, llévanos a tierra!, ¡hay que bajar y ver que pasó! —gritó.

El autobús fue descendiendo, bajando como un avión al aterrizar para llegar al asfalto, pero al hacerlo nos dimos cuenta de cómo el suelo estaba derretido, las ruedas se sumieron de lleno en aquel espeso líquido negro, las ruedas trataron de avanzar por las calles, pero no pudimos movernos ni un poco, no sólo por como nos habíamos quedado atrapado, como si fuera lodo, pues ni siquiera sentí que las ruedas se movieran de por sí.

—No... no hay gasolina. —dijo.

—¿Qué?, ¿el auto solar usa gasolina? —pregunté.

—No. —explicó Apolo con sorpresa.

Me volteé al dios solar, y al apreciarlo el chico de 17 años dejó de ser alguien rubio, de una contextura delgada y fortachona, que francamente resultaba guapo, se convirtió en alguien con una forma mucho más habitual, con cierta panza, granos, y un cabello marrón despeinado.

—Ay, no —gruñó él con enfado—. Volví a ser Lester...

—Ah, sí, ese es Apolo que conozco. —dijo Leo con cierta confianza.

—¡¿Por qué volviste a ser humano?! —pregunté Annabeth.

—¡No lo sé!, ¡es como si todo lo divino se hubiera vuelto más débil!

Fue evidente notar el por qué, el símbolo actual de los dioses griegos: el Empire State, estaba más destrozado que cuando aquel simio gigante subió sobre esta... la última planta estaba arrancada del edificio, y ahora estaba sumergida en el río.

Con miedo los ocho (nueve, contando la espada parlante) bajamos del autobús... hacía calor, demasiado calor, y el humo apenas lograba dejarnos respirar, para solventarlo realicé un hechizo de protección, tanto para el humo, tanto para la alta temperatura, y con nuestro caminar dejamos atrás el bus solar.

En nuestro caminar no encontramos a nadie más, éramos los únicos en la calle, y temía que en la ciudad también, los puentes estaban caídos, los postes estaban sobre las calles, y la mayoría de los autos estaban paralizados en medio de la calle, como si sus dueños hubieran salido corriendo apenas notando alguna amenaza... y vaya amenaza, pues cuando pasamos por una zona alcanzamos a apreciar una huella... Una de un lobo de un tamaño colosal.

—¿Qué pasó ayer...? —preguntó Magnus.

—Parece como esas películas de desastres, pero peor. —mencionó Matt.

El pequeño Chase quería dar la impresión de avanzar confiado, pero noté como no se alejaba mucho de su hermana, esta parecía tensa.

—¿Qué... qué hacemos? —preguntó Alex.

Un mundo después de los dioses [Cancelado]حيث تعيش القصص. اكتشف الآن