CAPÍTULO XCVII

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Katherine:

—Desesperada por escapar de aquel duque viejo, sucio y arrogante con el que sus abusivos padres iban a obligarla a casarse, la princesa huyó del castillo junto a su amante; aquel apuesto caballero que había jurado protegerla a pesar de todas las adversidades, habiendo estado enamorados el uno del otro desde que ambos eran apenas unos críos...

Que Hudson me relatase ese tipo de cuentos con su voz grave y melodiosa, era tan satisfactorio como escuchar a los mismísimos ángeles cantar. Estábamos recostados en el sofá de su habitación, disfrutando de la compañía del otro junto al agradable calor de la chimenea. Y era, como bien digo, tan agradable, que no tardé demasiado en empezar a quedarme dormida entre sus brazos. Al percatarse de ello, dejó el libro a un lado y me dio un pequeño beso en la frente, mientras me abrazaba con más fuerza. Apartó algunos mechones de cabello suelto que me tapaban el rostro y los puso detrás de mi oreja, haciéndome sonreír con los ojos cerrados. Hundió su rostro en el hueco de mi cuello y depositó allí varios besos, debido a los cuales se me puso la piel de gallina. Me aferré a su torso con todas mis fuerzas y restregué la mejilla contra su pecho, disfrutando de su frío pero dulce toque. 

—Cristal y Elric regresarán a su reino en tres días —susurró contra mi oído, de repente. Abrí los ojos de golpe y fruncí el ceño; según mis cálculos, faltaban casi dos semanas para cumplir lo acordado con los reyes Vissouneau y así ambos pudieran, por fin, salir de nuestras vidas.

Me parecía extraño, pero tampoco es como si fuera a quejarme.

—¿Y eso desde cuándo? ¿cómo lo habéis conseguido?

—Todo el mundo sabe que esta situación es insostenible, los reyes Vissouneau incluidos. Ayer tuve una larga conversación con Cristal y me demostró que nada de lo que dijera le haría cambiar su actitud hacia ti, así que le hice entender que lo mejor para todos es que ella y su hermano se marchen cuanto antes. No puedo permitir que ellos se queden aquí, Katherine, no pienso dejar que nuestra relación se dañe por su culpa.

—Lo sé... —suspiré— pero no puedo evitar sentir un poco de pena, al menos por Cristal. Esa chica ha sufrido mucho, no me quiero ni imaginar el dolor que sintió al ser traicionada de esa manera por la única persona que, supuestamente, jamás iba a hacerlo.

Su repentino silencio me pegó una fuerte cachetada de realidad, pues recordé que técnicamente yo no estaba enterada de eso. En mi defensa diré que estaba medio dormida y con las energías insuficientes para filtrar mis pensamientos antes de decirlos en voz alta.

—¿Cómo sabes tú eso? —cuestionó.

¿Y ahora qué le respondo? ¿por el poder de la intuición femenina?

—Pues... —reí de forma nerviosa— verás...

—¿Escuchaste nuestra conversación...?

—Pero fue sin querer. —me intenté excusar— Yo pasaba por ahí y los gritos retumbaban por las paredes y entonces me asomé para comprobar que todo estaba bien, pero vi que Cristal estaba semidesnuda y...

—¿Sabes que ella entró así en mi despacho, verdad? Y por supuesto le dije que si volvía a hacerlo podía olvidarse de nuestra amistad. Yo jamás te...

—Lo sé, lo sé, Hudson. —le interrumpí— Lo escuché todo.

—Hay algo que no entiendo— dijo, con una mueca de confusión— creo recordar que cuando Cristal entró, dejó la puerta casi cerrada, así que tenías que estar bastante cerca como para poder ver algo a través de la apertura...

—Sí... —admití, avergonzada— sé que no estuvo bien haberme quedado cotilleando. Lo siento mucho, Hud.

—No te preocupes princesa, no estoy pensando en eso. —me separé de su cuello ligeramente, hasta quedar a horcajadas sobre su regazo y le miré directamente a los ojos, expectante.

INVICTUSWhere stories live. Discover now