CAPÍTULO VI

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- Despierta Caperucita...

Abrí los ojos lentamente, disfrutando al máximo la sensación de sueño que aún tenía. Hasta que un golpe brusco me hizo levantarme de sobresalto.

- Auch...- Gemí adolorida.

Un fuerte dolor se me instaló en el cuello a medida que iba pasando el tiempo.
Es normal teniendo en cuenta, que no es nada fácil dormirse en buena postura sobre unas bolas de heno, junto a otras diez personas, en una jaula del tamaño de un cuarto de baño. Y de los pequeños.

Miré a mi alrededor algo confundida, pero no pude ver absolutamente nada.
La luna era lo único que nos alumbraba en esa oscura noche, pero una vez me fuí despejando pude distinguir una pequeña silueta y el singular brillo de un cabello rubio.

- Caperucita ya hemos llegado.- Susurró con notable temor.

- ¿Caperucita?- Le pregunté desconcertada a la quinceañera.

- Bueno, tu mandil es rojo y mientras dormías la capucha se subió hasta tu cabeza. Sin duda parecías Caperucita roja. Y bueno... No sé tú nombre.

- Soy Katherine. Katherine Ford. Pero me puedes llamar Kath. ¿Y tú?

- Yo soy Amber. Te diría mi apellido pero ni yo lo sé.

Ahora que me fijaba bien en ella, tenía todas las señales de ser un huérfana a la fuga.
El orfanto de Skull River no tiene que digamos demasiados recursos, dado que allí solo viven niños de clase baja.
Los demás niños de otros rangos, nunca se quedarían sin hogar.
Muchos escapan de allí y roban para sobrevivir, justo lo que le habrá pasado a ella.

- Nos hemos parado y creo que ya estamos en el castillo, pues llevamos un rato sin movernos.- indica el chico moreno. - Y ya que nos estamos presentando, soy Viktor, Viktor Vólkov.

- Es un placer.- Aseguré con una sonrisa.

Nadie más tuvo el valor de presentarse, ni si quiera de inventarse un nombre.
Todos estábamos aterrados y ni que decir cuando la puerta se abrió de golpe.

Amber se abrazó a mí en busca de refugio, la rodeé con mis brazos, para intentar calmarla.
Pero todo rastro de paz desapareció cuando nos dimos cuenta de que el hombre que había abierto la puerta, tenía los ojos rojos.

Me arrastré junto a mi pequeña amiga lo más alejada que pude pero no pude mover un músculo más cuando esos fríos ojos se toparon conmigo.

El hombre, o mejor dicho, vampiro, se subió a la jaula y empezó a sacarnos uno a uno a la fuerza.
Amber y yo acabamos en el suelo, al igual que el resto de prisioneros.
Al levantar la cabeza, me encontré con una multitud de ojos carmesí que no parecían tener el mínimo interés en nosotros. A juzgar por sus ropas, o más bien armaduras, eran soldados del imperio.
No voy a mentir diciendo que eran poco atractivos, pero sin embargo, el miedo y el asco que siento por ellos, me hacen ver lo horrendos que son por dentro.

El hombre nos ató las manos uno a uno y en fila, empezamos a caminar hacia el castillo real.

Prácticamente entramos a base de empujones, y aunque la mayoría estábamos "sumisos" y no emitimos ningún ruido, había quienes se resistían, que peleaban desesperados contra los chupasangres aunque fuese en vano.

Uno de ellos, se le ocurrió intentar defenderse clavándole un palo en el pecho a no de los guerreros.
Me di la vuelta e impedí que Amber presenciara esa atrocidad. Pues gracias al libro, aprendí que la madera puede dejar inconsciente a un vampiro, pero no matarlo.

Cómo supuse el chico falló en su intento de asesinato. La señal fué un horrible crujido, seguido por un alarido.
No quise ni mirar cuando escuché como algo rodaba por el suelo.

El hombre que nos sacó de la jaula, nos guió tranquilo, como si no hubieran acabado de matar a nadie hace un segundo,
hacia una jaula mucho más grande que la que nos trajo hasta aquí.
En ella, había al menos otras veinte personas.
Algunas llorando desconsoladas y otras en shock.

De un empujón nos metió a todos allí dentro.
Me senté en una esquina e invité a Amber a sentarse conmigo. Ella se acostó en mi pecho y cerró los ojos.
La observé descansar tan plácidamente...

Me recordaba demasiado a mí. Huérfana,
hambrienta y pobre.
La única diferencia, es que yo si tuve una familia.
Y desde ese momento, me juré protegerla.
Mientras yo siguiera viva, nadie le tocaría un solo cabello.

Unos minutos después, ella parecía haberse dormido y yo iba a intentarlo también, pero la conversación entre las personas de la celda, me hizo perder todo ápice de sueño.

- ¿Y esa chica puede ayudarnos?

- Seguro que sí.

- ¿Os creéis que por ser humana va a ayudarnos?- Preguntó una mujer de forma sarcástica.
- Claro que no, si sale con un vampiro, es que está tan podrida como ellos.- Añadió respondiéndose a ella misma.

- Supongo que tienes razón... ¿Qué clase de humana es capaz de enamorarse de un chupasangre? Es una vergüenza para los rebellium.

- Si bueno, vino aquí como criada y ahora es una princesa. Ha jugado bien sus cartas. Y coincido con la desconocida, no creo que le demos ninguna lástima.

- Anda que pasar de ser una chica de clase baja, elegida en la subasta, a parte de la realeza vampírica...

- Disculpad... ¿De qué estáis hablando?- Irrumpí en su conversación.

- ¿No lo sabes? Una de las chicas escogidas en la última subasta, está liada con uno de ellos. ¿Te lo puedes creer? Vaya deshonra a nuestros antepasados.

- ¿Que chica?- Pregunté con el pulso a mil.

- Ahora no recuerdo su nombre pero...
Es de tez oscura. Muy guapa, de cabello negro y ojos cafés.

- Además.- Añadió otra mujer al ver mi cara de confusión. - Tu estabas con ella, te vi en la subasta, lloraste cuando se la llevaron.

- ¿Oye que te pasa?- Preguntó Viktor con cara de preocupación cuando empecé a hiperventilar.

- Mace...- Susurré conmocionada.

- ¡Eso es!- Exclamó la mujer. - Se llamaba Mace Dawson.

- ¿Estás bien?

- No.- Susurré cuando lágrimas empezaron a brotar de mis ojos.
- Yo vine aquí por ella, para salvarla... Quería al menos despedirme.
Y con suerte... Quizás me asignaran un trabajo de criada como castigo y así podría estar junto a ella y...

- Te ha traicionado.- Habló una chica que no había emitido palabra hasta ahora. La misma que estaba en el carruaje. Ahora que podía ver su rostro, me pareció una joven muy hermosa.
- Te voy a dar un consejo...

- Katherine.

- No puedes confiar en nadie porque todos te defraudarán.
Has venido aquí por ella, ¿y así te lo paga? Digan lo que digan, la mejor sensación que hay es la venganza.

Ella te ha clavado un puñal por la espalda, tú clavále dos mirándola a los ojos.
Solo así aprenderán a no meterse contigo.

Me quedé pensando unos minutos en sus palabras sin detener el llanto.
Primero el odio hacia los vampiros por haber matado a mis padres, el odio hacia los de clase alta por dejarnos morir, el odio extremo hacia los chupasangres por haberme robado a mi mejor amiga.

Y supongo que todo eso mezclado con el el dolor de la traición.
Acabaron por romperme del todo.

INVICTUSWhere stories live. Discover now