CAPÍTULO LXXIV

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Narrador:

Superar la muerte de un ser querido no es nada sencillo. Es un dolor extraño; un vacío que te impide hacer cosas tan triviales como comer, dormir, o incluso respirar sin sentir una presión desgarradora en el pecho.

Y cuando existe una mínima posibilidad de recuperar a esa persona que te hace sonreír sin siquiera intentarlo, que te regala su corazón sin pedir nada a cambio, y que cada día te enamora más y más, con sus caricias, detalles y gestos, nos aferramos tanto a ella, que no somos capaces de ver más allá, de pasar página.

Al menos, esto es lo que pensaba Khalid McClaine; la princesa no quería darle a su hermano falsas esperanzas, no quería verle sufrir esperando un milagro que podría, muy probablemente, nunca llegar a suceder.

Por eso, dos días después de la sesión con aquel hechicero, trató de hablar con Hudson y explicarle que no debía ilusionarse tanto. Este, sin embargo, como llevaba haciendo ya varios días, se encerró en sus aposentos, invirtiendo tanto tiempo en los cuidados de Katherine, que llegaba incluso a descuidarse a sí mismo.
Ni siquiera le abrió la puerta a su hermana, cuando esta, en un acto desesperado, le subió un par de bolsas de sangre para obligarle a alimentarse.

Al sexto día la cosa empeoró bastante; quedaba poco más de una semana para la fecha en la que, sí o sí, Katherine debía despertar. Todos estaban muy nerviosos, al punto de que el brujo decidió alojarse durante unos días en el castillo, para, llegado el momento, ayudar Katherine a recuperarse, o por el contrario, a los príncipes en su entierro.

Después del décimo día, la vida en el castillo se volvió un completo caos. Los príncipes no se dejaban ver por ningún humano, desatendiendo así sus funciones reales y dejando a los empleados más que confusos.

Ahora, los McClaine se habían divido en dos bandos: Los que defendían firmemente la vuelta de Katherine; Hudson, Mace y Eliel, y los que no querían sufrir esperando una mejoría improbable; Dominik, Jackson y Khalid.

Luego estaba Erik, que parecía mantenerse neutral.

Y Ariel, que ni siquiera sabía por qué Katherine llevaba tanto tiempo dormida.


(...)




-No quiero -Hudson murmuró. Su voz era pausada, monótona y distante.

-Nadir dijo que debes alimentarte bien estos días. Le dijiste que lo harías, nos lo prometiste. -Khalid se escuchaba como un eco dulce, pero remoto.

-No tengo hambre.

-¿Llevas más de dos semanas sin probar bocado y no tienes hambre? -Ella bufó-. Deja de mentir, sabes que solo te engañas a ti mismo.

-¿Por qué no puedes dejarme en paz?

-Soy tu hermana, me preocupo. ¿Por qué no sales un poco? Puedes pasear un rato por el jardín.

-No quiero.

-Hudson...

-¿Quién dice que este no podría ser otro de tus engaños? Quiero quedarme aquí.

-Sé que estuvo mal ocultarte lo de Nadir, pero te prometo que esta vez es diferente. ¿Por qué no bajas y le haces un ramo de flores? Todos los que hay aquí están muertos; es deprimente.

-¿Te han dicho alguna vez lo pesada que eres?

-No, solo tú. -Suspiró-. Mira, si quieres, esta vez bajaré contigo. Así podré ayudarte a escoger alguna flor en condiciones. Tienes muy mal gusto.

-No quiero dejarla sola. -Sentí un leve roce en la mano. Me removí incómoda, mas no llegué a abrir los ojos.

-Nadie puede subir a este piso, no hay peligro. Kath puede quedarse aquí sin ningún problema. Necesitas descansar.

INVICTUSWhere stories live. Discover now