CAPÍTULO LXXXIV

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No voy a poner ninguna advertencia porque sé que todo el mundo se la pasa por el forro. Así que solo me queda desearos una buena lectura. :)

—Mace, ¿me pasas la sal? —susurré un tanto incómoda, tratando de romper el silencio sepulcral que se había formado entre nosotros. La vampiresa me pasó el pequeño botecito con una mueca de desazón, yo fruncí los labios y arreglé mi ensalada con un nudo en la garganta.

—Oye, Mace... —Intervino Dalton por primera vez desde que el ambiente se relajó y nos sentamos a comer. Crucé los dedos por debajo de la mesa, esperando que con un poco de suerte no dijese nada ofensivo—. ¿Qué te ha pasado? La última vez que te vi no tenías colmillos.

—Bueno, es una historia muy larga... Pero no te preocupes, te lo contaremos lo más pronto posible.

—Estás muy cambiada, casi no te reconozco. —Suspiré y me revolví inquieta en mi asiento; mis plegarias no habían servido de nada.

—¿A-a qué te refieres? —Frunció el ceño y soltó una carcajada nerviosa.

—A tu cuerpo. Si no recuerdo mal, antes tenías un pequeño lunar en la mandíbula y uno bastante grande en el cuello. También una cicatriz en la ceja, de cuando te caíste del columpio.

—¿Aún te acuerdas de eso? —sonrió nostálgica— Sí, bueno..., han desaparecido todos los lunares, granos, marcas o cicatrices que tenía. —Se encogió de hombros— La verdad es que eso no me importa demasiado. No todo en el vampirismo es malo.

—No lo dudo, pero..., —apoyó el codo derecho sobre la mesa y se remangó hasta el hombro la camiseta, después estiró el brazo y lo dejó caer boca arriba, mostrando su sello classis superioris; una C.S marcada hace años en su piel, con un sello ardiendo— espero que no hayas olvidado de dónde vienes. 

Me fue imposible no desviar la mirada hacia mi antebrazo; acaricié mi marca por encima de la ropa, recordando el día que me la hicieron y todo lo que lloré una vez llegué a casa. 

***

—Pff..., —entré en la habitación y solté un largo suspiro, agotada tanto física como mentalmente. Lisa y yo habíamos conseguido, al fin, que Dalton aceptase dormir en un cuarto libre del último piso, que muy casualmente se encuentra a escasos metros del de Khalid. Pero no ha sido tarea fácil; hemos necesitado casi una hora de súplicas y la promesa de que le haré mousse de chocolate todas las semanas, para convencerlo.

Me cambié de ropa sin perder ni un segundo más; estaba ansiosa por ponerme de una vez el pijama. Mientras me desataba el vestido, me percaté de que Hudson no me estaba esperando sentado en la cama como siempre, leyendo un libro de los que tanto le gustan, sino que estaba tumbado, mirando hacia la pared y tapado hasta las orejas.

—Hola cariño. —Me tiré en la cama y le abracé por la espalda— ¿qué tal está hoy mi vampiro?

—Bien...—contestó en un susurro. Fruncí el ceño y le pasé por encima, para que quedásemos frente a frente. Tenía un semblante serio y triste.

—¿Estás seguro? —le pregunté con una ceja alzada. Él sonrió de forma apagada.

—Sí, por supuesto... —se apresuró a contestar. Sin embargo, por mucho que lo negara, yo sabía que algo no estaba bien— ¿puedo preguntarte algo?

—Claro, Hud...

—¿Estuviste enamorada de Dalton durante mucho tiempo, verdad? —me mordí el labio inferior y le miré con pena. ¿Por qué me preguntaba esto ahora?

—Sí..., durante toda mi infancia.

—Y ahora que ha vuelto..., que sabes que lo que tú sentías siempre fue correspondido, y que aún lo es... ¿Cre-crees que esos sentimientos podrían volver?

INVICTUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora