CAPÍTULO XIV

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Así fueron pasando los días, una semana para ser exactos.

Katherine había perdido el miedo a la familia McClaine casi al completo, tanto que no volvería a tratarles con temor.

Los príncipes vampiro siempre le ofrecían sentarse en la mesa para disfrutar de veladas junto a ellos, pero Katherine era muy terca, siempre los rechazaba de una manera dolorosa. Y Aunque Hudson actuaba de manera indiferente al respecto, en el fondo esas palabras le dolían mucho más de lo que quería admitir.

Pero estaba bien, ya que Katherine ya no lo miraba con asco, sí con altanería y orgullo, pero no con tanto horror.
Incluso a veces sonreía con las anécdotas que Mace contaba en las cenas, o con las bromas que hacían alguno de sus hermanos.
Verla feliz para él no tenía precio.

Por las noches entraba sigilosamente en su habitación, incapaz de estar lejos de ella. Su aroma le embriagaba y tenía una exasperante necesidad de probar su sangre, pero no podía asustarla y aunque ella estuviera dispuesta, no quería hacerle ningún daño.

Se quedaba horas admirando su bello rostro, sintiéndose cada vez más incapaz de estar cerca de ella sin poder tocarla o besarla.

Por otro lado el servicio estaba empezando a sospechar algo, era muy raro que los reyes invictos comiesen en el gran comedor.
Jamás lo hacían, a menos que hubiera un evento, pero desde que llegó Katherine almorzaban allí mañana, tarde y noche.

Era un día como cualquier otro. Katherine se levantó feliz, porque a pesar de todo pasaba las tardes con Alice, Viktor y Amber.

Se vistió y salió rápidamente de sus aposentos, no iba a mentir, le encantaba su nuevo trabajo, aunque eso no cambió sus sentimientos encontrados hacia los chupasangres.

Y digo encontrados porque cada vez que veía a cierto vampiro de ojos rojos y pelo castaño claro se ponía de los nervios.
Con la sola presencia del príncipe, su corazón ya latía desbocado y su pulso temblaba al igual que su voz.

No era por miedo, era simplemente que él la ponía nerviosa, Katherine sentía una extraña tentación de besar esos labios que aunque no tenían color, se veían demasiado apetecibles. Y se sentía mal por ello, le atormentaba.

¿Qué pensarían sus padres si supiesen que su hija desea con furor a un vampiro?

Estaba caminando por el pasillo, como siempre, dispuesta a llegar a la cocina, pero una ráfaga de aire la tiró al suelo.

Encima suyo había un vampiro al que no conocía, su mirada enfermiza le dió a entender que no iba a hacerle nada bueno.

El miedo se apoderó de su cuerpo, intentó defenderse con todas sus fuerzas,
¿pero que podía hacer frente a uno de ellos?
Nada.

Los colmillos de la bestia se clavaron salvajemente en su cuello, sentía como la sangre abandonaba su organismo a velocidades surrealistas.

Dolía tanto y se sintió patética por no poder hacer nada...

Creía que iba a morir, que sería su final, pero de repente él vampiro se separó y se esfumó en la oscuridad.

Se levantó a duras penas y bajó mareada hasta las cocinas, dónde confusa y adolorida, preparó la comida.

Ella y sus compañeras salieron para entregarles los platos a sus reyes.
Estos esperaban insultos o burlas por parte de la pequeña humana, pero ese día no hubo nada.

Les sirvió a cada uno una taza de té mientras su pulso temblaba, no era capaz de servir una copa con normalidad

Cuando acabó, simplemente quedó cabizbaja junto a las demás cocineras, luchando por no llorar.

Todos se dieron cuenta de que algo pasaba con ella, que algo no estaba bien, solo hizo falta que uno de ellos alzara la voz para hacerla retroceder asustada.

Mace se levantó, hizo un ademán con la mano para que todas se fuesen y así lo hicieron, celosas por el cercano comportamiento de los príncipes con Katherine.

– Kathy, ¿qué ocurre?

– Na-nada...– logró formular, pero inevitablemente sus ojos se cristalizaron.

Mace se quedó mirando fijamente el cuello de la chica, había algo blanco, un vendaje.

Intentó tocar pero Katherine se resistió, no quería que vieran lo que le habían hecho. No quería estar cerca de ellos nunca más.

La morena de un tirón le arrancó la gasa y gritó en sorpresa por los dos agujeros que marcaban a la chica.

Toda la familia se levantó, Hudson el primero.
Ella saltó asustada por la cercanía de los vampiros.

El quinto príncipe movió con sus frías manos la mandíbula de la chica.

– La han mordido...– Susurró conmocionada Khalid y esas palabras hicieron que Katherine se viniese abajo y se derrumbase en los brazos de Mace.

La ira corría por las venas de Hudson, nunca había estado tan enfadado.
Alguien la había mordido, la había atacado. Todos en el castillo conocían las consecuencias de eso e iba a asegurarse de que el culpable lo pagara caro.

Katherine lloraba con desconsuelo en el suelo, abrazada a Mace, él en un impulso, se agachó hasta ella e hizo que le mirara a los ojos.

– Bebe mi sangre, así curará más rápido.

La humana negó con frenesí, de solo pensar en consumir sangre se le revolvía el estómago. Por no decir que la forma de convertirte en vampiro, es morir con la sangre de uno en tu organismo.

Hudson comenzó a desesperarse, no sabía cómo hacerla sentir mejor.

– ¿Te duele?– Le preguntó Mace a Kath y ella asintió.

– Hay una forma de curarte, no será instantáneo como consumir mi sangre, pero acelerará el proceso.
Tengo que... Lamer la herida. La saliva de los vampiros es curativa...

Katherine finalmente asintió, pues el dolor era demasiado intenso.

Hudson se acercó a su cuello, y sin poder evitarlo, venas bajo sus ojos aparecieron.

Aún había sangre y no era fácil controlarse.

Mace le tapó la visión a su amiga, haciéndole un favor al demonio. Él no quería que le viera así, que le viera como un monstruo.

Su lengua hizo contacto con la piel de su cuello y con las mordidas, ocultó difícilmente un gemido de placer, era la sangre más deliciosa que había probado jamás. Y quería más y más.

Sus colmillos salieron a la luz, quería beber de ella, lo necesitaba, pero al darse cuenta de lo que estaba haciendo se separó bruscamente y se puso en pie.

Salió de la habitación junto a sus hermanos varones, dispuesto a encontrar al que había osado tocar a su princesa.

Iban a rodar cabezas, y no habría ningún tipo de piedad.
Nadie se atrevía a tocar lo que era suyo y con ella, lo más importante en su vida, no iba a haber excepción.

INVICTUSWhere stories live. Discover now