Todo aquí es cálido, armonioso, transmite tranquilidad y paz. Es como una invitación a olvidarse de las preocupaciones y la locura de la ciudad.

A lo lejos puedo escuchar el sonido del río, como un murmullo lejano, también algunos insectos y animales.

Todo es tan diferente a mi pequeño y ruidoso departamento.

Aunque resulta absurdo, debo confesar que extraño los motores de los vehículos que transitaban durante las 24 horas por la avenida Colón, ese ruido propio del centro de la ciudad que ya se ha hecho parte de mí.

Di un par de vueltas en la cama hasta que un caí rendido en un profundo sueño.

Había sido un día estresante y agotador y mi cuerpo me estaba pasando factura.

Cuando sonó la alarma del celular, tuve la sensación de no haber dormido ni una hora.

Aún me sentía cansado.

Debía asistir al entierro de Contreras y avanzar en la investigación.

Interrogar a doña Catalina y Julián era una de mis prioridades.

Sin dejarme vencer por el sueño, me senté en la cama y obligué a mi cuerpo a ponerse en marcha.

Pilar tenía listo el desayuno sobre la mesa.

Parecía haber escuchado mi alarma desde la casa.

—Buenos días Bruno. ¿Descansaste bien?

—Muy bien, gracias.

—¿Café?

—Sí, por favor.

Unas rodajas de pan casero y mermelada de fresa le dieron a mi casado cuerpo la energía que necesitaba para comenzar el día.

— La hacienda de los Contreras... ¿Cómo hago para llegar?

— ¿Asistirás al sepelio?

— Es parte de la investigación.

— Creo que deberías respetar el dolor de la familia— sugirió Pilar con seriedad—, tu presencia solo complicará y alterará más los ánimos. Si quieres que ellos colaboren y respondan a tus preguntas, será mejor que esperes hasta después del entierro.

La mujer tenía razón.

No conocía a nadie en el pueblo y nada tenía que ver con la víctima o su familia. Ellos acababan de perder a alguien que amaban. Nadie colaboraría conmigo en un momento así.

—Tiene razón, quizás no sea conveniente...

—Te aseguro que no lo es— afirmó con seriedad—. Puedes aprovechar el tiempo libre y recorrer un poco los hermosos paisajes de Alpa—agrega mientras me sirve otro poco de café—. Este lugar tiene tanta belleza que conquista y atrapa el corazón. Cuando 50 años atrás llegamos con Rogelio, solo veníamos de paso, a tomar unos días de descanso. Esos días se transformaron en meses y años... hasta que decidimos que este era nuestro hogar.

» Rogelio amaba cada árbol, cada piedra del río, la cañada, las cascadas y montañas. Este lugar es especial... sería bueno que conocieras nuestro pueblo, sus paisajes y su gente.

Sabía que Pilar trataba de entretenerme durante el funeral para que respetara a la familia y las tradiciones de este lugar. Su consejo era razonable, y aunque moría de ganas por presentarme ante la familia del difunto y confrontar a Julián con mis preguntas, preferí cambiar mis planes originales y dar un recorrido por el pueblo,

—¿Qué lugar me recomienda conocer primero?

—Puedes ir por la costanera del río, encontrarás playas hermosas, remansos de agua... si continuas el camino te llevará directo a los pinares.

—Bien. Espero no perderme.

Pilar sonrió divertida.

—Si lo haces, enciende una fogata y no te muevas, el grupo de rescate llegará en unas horas.

La mire incrédulo de su respuesta.

—¡Era una broma! — afirmó ante mi seriedad— no puedes perderte cuando hay un solo camino principal de ida y vuelta.

Terminé el sabroso desayuno, me despedí de Pilar hasta el mediodía.

Subí a mi auto y me dispuse a dar mi primera vuelta de reconocimiento.

Las calles del pueblo estaban desiertas.

Imaginé que, como buenos vecinos, la mayoría estaría en el velatorio de Contreras.

Kilómetros más adelante, me detuve cerca de una gran playa de arena junto al río y me dispuse a caminar.

El sol tibio de la mañana brillaba con intensidad sobre las cristalinas aguas en movimiento.

Mis pies se enterraron en la arena al acercarme al agua.

La paz y tranquilidad de aquel pedazo de tierra se metía por los poros de mi piel produciendo una sensación extraña pero agradable.

Respiré profundo ese aire puro y cargado de diversas fragancias.

Debía reconocer que allí parado en medio de aquel paisaje se podía sentir la presencia de un ser superior, alguien había puesto especial detalle en cada piedra, en cada árbol, en la forma de pincelar las nubes en el cielo, en todo.

No podía creer que el necio corazón humano creyera que todo se había creado por medio de una explosión cósmica.

Mirando cada detalle de esa maravillosa creación uno no podía negar la mano de Dios.

Ni yo, que había decidido voluntariamente dejar de creer.

En realidad, mi conflicto era diferente.

Sabía que Dios era real. No me atrevía a negar su existencia.

Lo mío era peor. Yo cuestionaba a Dios.

Estaba enojado con Dios.

Quería que Dios destruyera el mal y aniquilara a todos los ladrones, asesinos y mafiosos del mundo de una vez por todas.

Contemplando la maravillosa creación, sabía que Dios tenía el poder para hacer eso y mucho más, y me causaba impotencia y frustración ver la maldad triunfar y arrasar con las vidas de tantos inocentes... y Dios sin hacer nada.

Levanté la mirada al cielo.

Hacía tanto que no hablaba con Dios.

Antes por lo menos me enojaba y le reclamaba, pero desde hacía unos años, había optado por ignorar su presencia o existencia.

—Tú sabes qué pasó con Contreras, ¿verdad? —digo hablando solo, aunque sé que hay alguien que escucha mis palabras— ¿Vas a dejar que el asesino siga libre? ¿Acaso no eres justo? —reproché— no puedo entenderte. De verdad quisiera...pero no puedo.



Un lugar olvidado (COMPLETA)Där berättelser lever. Upptäck nu