Capítulo 1

1.2K 64 1
                                    

Louis

Me mira aterrorizado, con los ojos muy abiertos, mientras su cuerpo se petrifica bajo el mío. El calor, el polvo, los sonidos de los gritos a mi alrededor..., todo hace que me resulte casi imposible concentrarme, pero tengo que hacerlo. Pestañeo varias veces y lo cambio de posición para que no escape, clavándolo en la grava que cubre el suelo. Yo no debería estar aquí, debería estar en las colinas cercanas, invisible, escondido entre la vegetación y las rocas. Debería ser la amenaza desconocida, la que nadie puede ver.

El hombre que he capturado está muy delgado, desnutrido, y tiene el blanco de los ojos tintado de amarillo. Este cabrón con el cerebro lavado se ha cargado a dos de mis camaradas, y el intenso dolor que siento en el hombro me recuerda que ha estado a punto de acabar conmigo también. Debería haberme quedado en mi posición: la he cagado. Mi necesidad egoísta y temeraria de llenar de plomo a estos hijos de puta ha provocado la muerte de dos soldados. Debería ser yo quien estuviera muerto en el suelo a unos metros de aquí. Me lo merezco.

Su corazón late frenéticamente tras la fina tela de su asquerosa camiseta. Puedo sentir asimismo los latidos golpeando contra mi propio pecho, a través de varias capas de ropa y del chaleco antibalas.

Mientras pronuncia una letanía de palabras extranjeras que no entiendo, me sigue clavando una mirada cargada de maldad.

Está rezando.

Hace bien.

—Nos vemos en el infierno —le digo.

Aprieto el gatillo y le meto una bala en la cabeza.

Me incorporo de un brinco en la cama, sudando y jadeando, con las sábanas pegadas al cuerpo.

—Hijo de puta... —murmuro dejando que mis ojos se acostumbren a la luz de la madrugada hasta que logro distinguir la panorámica de Londres desde los ventanales de mi habitación.

Son las seis de la mañana. Lo sé sin necesidad de consultar la hora en el reloj de la mesilla de noche. Y no es sólo el sol naciente el que me informa de ello. La alarma mental que se activa en mi cerebro todos los días a la misma hora es una suerte y una desgracia al mismo tiempo.

Me siento en la cama, cojo el teléfono y no me extraño al ver que no hay ni llamadas ni mensajes pendientes de leer.

—Buenos días, mundo —susurro, y vuelvo a dejarlo sobre la mesilla antes de levantar los brazos por encima de la cabeza para destensar los músculos.

Hago rodar los hombros, respiro hondo un par de veces y luego suelto el aire muy despacio por la nariz. Me echo hacia delante, apoyo los antebrazos en las rodillas y me quedo observando la ciudad mientras guardo la pesadilla en un rincón seguro de mi mente. Sigo respirando despacio, inspiro y espiro, inspiro y espiro, inspiro y espiro... Cierro los ojos y doy gracias por esta serenidad artificial. Soy un maestro en el tema.

Pero los músculos se me vuelven a tensar rápidamente al darme cuenta de que la cama se mueve a mi lado. Mi mano actúa de manera automática y saca una pistola VP9 sin que mi cerebro haya tenido tiempo de darle la orden.

Impulso.

Apunto a mi soñoliento objetivo antes de que mis ojos tengan tiempo de enfocarlo.

Instinto.

Estoy de pie, desnudo como un recién nacido, con los brazos firmes y extendidos frente a mí y una pistola de 9 mm que me encaja como un guante en la mano.

—Mmm... —El suave ronroneo me penetra en los oídos y me ayuda a centrarme en el lío de miembros desnudos que asoman bajo las sábanas.

Mi mente rebobina y me lleva hasta el bar donde acabé la noche. De inmediato aparto la pistola del dueño de los ojos que se están abriendo en ese momento. Me dirige una sonrisa relajada y se estira con movimientos estudiados, diseñados para dejarme boquiabierto y duro como una piedra.

El Protector [L.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora