29. Nostalgia

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Caitlyn

Una luz blancuzca es lo primero que invade mis ojos al abrirlo, pestañeo en repetidas ocasiones para acostumbrarme a la luz molesta.

Intento incorporarme en vano en la cama, oh no, ahí está esa sensación otra vez. Me quedo estática en mi lugar, maldiciendo a mi cuerpo por no responder, aunque agradezco el efecto de la anestesia.

— ¿Cómo estás? — Reconozco perfectamente ese timbre de voz, un tanto más ronco que de costumbre y mira hacia un lado para encontrarme con los rizos alborotados de Harry.

Antes no lo había notado pero las bolsas debajo de sus ojos se ven pronunciadas y luce bastante cansado, como si no hubiera dormido por mucho.

— Del asco. — Sus característicos hoyuelos decoraron sus mejillas en su sonrisa sin mostrar los dientes.

— Si te vuelves a desmayar, empezaré a creer que estás embarazada. — Aunque su intento de broma era para animarme, cualquier rastro de gracia desapareció de mi sistema al escuchar la última palabra y él me imitó.

— ¿Cómo está? — No tenía que pronunciar su nombre para que él supiera a quién me refería, mi corazón galopaba desbocado dentro de mi caja torácica, aún sin perder la esperanza.

— Está estable. — Sus labios se extienden en un intento de sonrisa. — Los médicos dicen que fue un milagro. — Me observa curioso. — Aunque yo tengo mis dudas.

— ¿Y el bebé? — Lo corto. — ¿Está bien?

Él pareció sopesar su pensamiento y luego exhaló pesadamente y yo me imaginé lo peor.

— Nació muerta. — Sentí que mi corazón se resquebrajó al escuchar aquello. — Pero de alguna extraña manera, dicen que resucitó.

Le doy un no tan suave golpe en el hombro.

— ¿Y eso por qué? — Se queja tocando la zona afectada.

— Pudiste haber dicho que estaba bien y luego contarme la historia idiota. — Toco mi pecho. — Casi me matas del susto.

— Es que no están bien, Cait. — Habla por lo bajo y yo lo observo confundida. — Tu hermana está en cuidados intensivos y la niña tiene tubos por todas partes.

— Lo importante es que están vivas. — Exhalo. — Sé que estarán bien. — Lo observo. — ¿Es una niña?

— Sí, es bastante pequeña por ser prematura pero es toda una guerrera Cait. — Lucía genuino al hablar y sus palabras me llenaron de orgullo, sin conocerla ya la amaba. — William no se ha movido de allí, a pesar de que un vidrio los separa, tus padres por igual.

— Necesito ir a verla, ayúdame. — Él rodeó la camilla y me tomó entre sus brazos para ponerme sobre la silla de ruedas que aguardaba a un lado.

— Hay algo que debo decirte Caitlyn. — Escucho su voz tornarse seria detrás de mí mientras me guía hacia el ascensor.

— ¿Y qué es? — Inquiero al notar que guarda silencio al entrar a la caja metálica. Él se queda en silencio y no dice nada hasta que llegamos al piso donde están los niños.

— A Maddison le diagnosticaron trastorno de personalidad, mis tíos hacen lo que pueden pero no pueden estar con ella por mucho tiempo, así que me mudaré con ella.

— Eso quiere decir que te vas a Chicago. — Concluyo.

— Sí, lo siento Cait. — Se detiene al frente de la puerta nombrada sala de neonatalidad. Harry se arrodilla frente a mí y toma mi mano entre las suyas. — Te prometo que volveré pequeña Cait.

DisforiaWhere stories live. Discover now