11. Dejarse Llevar.

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— Llévame a casa de Maddison. — Le demandé al rubio a mi lado.

— Sabes que no soy un puto Uber Caitlyn, ¿verdad? — Se quejó frunciendo el seño.

— Sí ajá, ahora arranca. — Luego de rechistar y quejarse unas veces más, el rubio puso el vehículo en marcha y pronto abandonamos el vecindario de Patrick.

La gotas de lluvia caían sobre los cristales del vehículo y deseé estar en mi casa con chocolate caliente.

Una vez en la avenida, había algo de tráfico, así que el viaje tardaría un poco más de lo esperado.

Pronto la lluvia se comenzó a instensificar y sentí frío.

— Creo que deberíamos regresar a casa, este tráfico nos ha detenido durante diez minutos. — William se quejó.

— Deja de resongar y avanza. — Le señalé hacia el frente para que observara a los otros coches.

Al llegar a la cada de Maddie, dudé si debía bajarme del coche, había una lluvia torrencial y dudaba que se detuviera en un buen rato.

— ¿Te quedarás aquí? — Preguntó William sacándome de mis pensamientos.

— Ya quisieras. — Fingí limpiar un polvo inexistente de mi hombro y sonreí con arrogancia.

— Creo que hay una tormenta, si quieres te llevo a tu... casa. — El rubio observaba hacia el frente, así que yo seguí su mirada y Susan, la tía de Maddison, estaba en el portal intentando descubrir quiénes estábamos en el vehículo.

— Yo me quedaré, tú puedes irte. — Abrí la puerta del auto y mi frío se intensificó. — Y gracias.

Salí del coche y corrí hasta la casa.

— Hola Susan. — Saludé con una sonrisa a la mujer pelirroja delante de mí.

— Oh, Caitlyn eres tú. — Ella sostenía la puerta aún y me sonreía, mientras mi frío iba en aumento.

— ¿Está Maddison? — Señalé adentro de la casa y me abracé a mi cuerpo.

— No está. — Ella abrió los ojos como platos y pareció sorprenderse. — ¡Pero que tonta soy! Pasa cariño, pasa. Tú muriendo de frío y yo charlando. Discúlpame, por favor.

— Ah, no pasa nada. — Ella se hizo a un lado, permitiendo que pasara por fin y cerró la puerta detrás de ella.

— La vejez ya me está alcanzando, ya sabrás cómo son estas cosas cariño. — Sonrió y caminó hasta la cocina, deteniéndose en el umbral de la misma. — Puedes ir a la habitación de Maddie, su ropa seguro te queda, ¿ya cenaste? Yo te prepararé algo, enseguida te lo subo.

— Oh, no es necesario. — Le aclaré.

— Claro que es necesario, unos kilos más no te sientan mal, ve. — Decidí no discutirle más, ya sabía de dónde Maddie había sacado lo habladora.

Una vibración constante en mi cuerpo me sobresaltó, pero enseguida noté que era mi teléfono el que vibraba, lo saqué de mis vaqueros y tenía una llamada entrante de William.

Le contesté mientras subía las escaleras.

— ¿Qué sucede?

— ¿Ya me puedo ir a mi casa? — Lo escuché resoplar cansado.

— Eso fue lo que te dije. — Me acerqué hasta la puerta de Maddison e intento girar el manubrio pero este no cede.

— Sólo quería confirmar, las mujeres son complicadas.

— Ya vete mal teñido.

— ¡Que no soy teñido! — Se quejó.

— Lo que tú digas, teñido. — Me reí y le colgué.

DisforiaWhere stories live. Discover now