26. Decisiones Peligrosas

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Narra Caitlyn

— Ustedes se quedan aquí y yo entraré a la casa. — Avisé con las manos en el volante aparcando el coche de William una cuadra antes de donde había indicado la dirección.

— No sabemos si esto es una trampa Caitlyn, podría hacerte daño. — Advierte Harry quien me mira desde el asiento trasero junto a William.

— ¿Ya dije que esta es una pésima idea? Porque lo es. — Repite el rubio.

— Sí, William, llevas solo todo el camino diciéndolo. — Resoplé. — Intentaré sacarle toda la información que pueda, manténganse alerta y si no salgo en quince minutos, entren.

— En diez minutos. — Corrigió Harry y yo asentí.

Salí del coche y empecé a caminar en dirección a la casa, era un barrio descuidado y muy poco concurrido por lo que las casas se veían de igual manera. Observé el número de una casa en particular, era la que Sarah me había indicado en el correo.

Caminé por la hierba seca hasta llegar al pórtico, cuando alcé el brazo para tocar la madera, esta se abrió ligeramente. Le di una última mirada al coche donde estaban los chicos y exhalé armándome de valor para entrar a la casa.

Al empujar la madera, se escucha como cruje probablemente por la senectud del material, el interior de la casa estaba peor que la fachada, era una casa totalmente abandonada.

Asomé la vista pero no vi a nadie por ninguna parte por lo que decidí entrar. Llegué al centro de la sala que estaba iluminada solo por algunos huecos en el tejado.

— ¡Ah! — Me sobresaltó el portazo que dió la puerta y me volteé hacia esta para encontrarme con algo que no me esperaba.

Sarah estaba de pie junto al marco de la puerta, su cabello estaba totalmente despeinado, llevaba su uniforme de enfermera que antes era blanco, sucio de lodo por todas partes. Mi vista cayó en su pierna, estaba vendada y llena de sangre.

— ¿Sabes lo que le pasa a las personas demasiado curiosas Caitlyn? — Inquiere caminando hacia mí a paso lento ya que la herida en su pie la hace cojear. — ¿Sabes lo que les pasa a las personas que se creen héroes?

Su mano escondida detrás de su espalda me mantiene alerta y cada paso en el que se acerca, yo me alejo otro paso más.

— Los villanos los cazan, los devoran y finalmente los matan. — Cada movimiento de ella me hace retroceder y analizar mis posibles armas para defenderme, pero no hay nada, la casa está vacía.

— Por tu culpa Caitlyn, a mí hijo se lo llevaron, por estar fisgoneando donde no te incumbe, mi hijo ni está conmigo. — Solloza ligeramente.

— Yo- yo no sé de qué hablas. — Digo y miro hacia la puerta que está cada vez más lejos. — Podemos trabajar juntas y ayudarnos mutuamente si es...

— ¡Cállate! — Vocifera y me siento realmente pequeña cuando saca el arma de detrás de su espalda. — No voy a trabajar con la culpable de mi desgracia.

— Sarah, cálmate. — Pido levantando las manos en señal de rendición. — Mi hermana también está desaparecida, podemos buscarlos juntos.

— Tú no entiendes nada, Caitlyn. — Suelta una risa seca sin una pizca de gracia. — No voy a negociar contigo niña, negociaré con tu padre.

— ¿De qué hablas? — Cuestiono confundida notando que he chocado contra la pared de la casa.

— Oh, claro. — Finge sorpresa. — ¿Crees que tu tío está trabajando solo?

Frunzo el ceño esperando a que termine de hablar y se detiene a unos tres metros de mí aún apuntándome con el arma.

— No sabes lo que dices. — Le digo sintiendo que mi corazón galopaba como loco en mi pecho y trataba de moderar el nerviosismo en mi voz.

DisforiaWhere stories live. Discover now