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Campamento militar de los Osborne - Cerca al cruce de Aguas negras

El par de soldados que había apostados en la entrada de la tienda del emperador Lucien, se doblaron en una reverencia cuando lo vieron aproximándose en compañía de la emperatriz. Estaban tan sorprendidos como él, pero eran menos talentosos en el arte de disimularlo.

—Quizás tus soldados quieran... —Empezó a decir May al tiempo que atravesaba la apertura en medio de la tela azul, que servia de entrada a la tienda.

—No quieren nada —La interrumpió Lucien a su espalda.

—Solo digo que quizás no quieras que escuchen mis gritos —Sonrió con picardía.

Pero su atención en realidad se encontraba puesta en la decoración de la tienda. La cual por dentro lucía cual salón de palacio, con una enorme alfombra dorada que habían extendido por el suelo ocultando el césped; una cama grande de madera color caoba, varios baúles para guardar las prendas de Lucien, e incluso una mesa con forma triangular, en la que estaban extendidos algunos mapas y soldados de madera.

Entre ellos Maylea notó también la diminuta figura de dos dragones de madera tallados a mano. Supuso entonces que uno era la representación de su esposo y el otro de Theodore.

¿Quedaría algo de la casa Osborne cuando todo aquello terminara? Se preguntó.

—Sinceramente —Dijo Lucien caminando hasta la mesa para comenzar a servir un par de tragos —. Preferiría que escuchasen tus gemidos —Sonrió.

Maylea entrecerro los ojos.

—Creí que te había molestado la indecencia de mis palabras hace un rato —Se inclinó sobre la mesa para leer los mapas.

Pues la luz arrojada por las lamparas de aceite en el interior de la tienda, era mas bien escasa.

—Lo que me molesta —Se acercó para entregarle una de las copas —. Es que apareciste de la nada.

—Era una sorpresa —Mintió girando el rostro para mirarlo a la cara.

—Tampoco me gusta que hagas falsas promesas solo para hacer rabiar a Mercedes —Contestó él —. Si dices que vamos a usar la mesa de estrategia, lo menos que espero es que lo hagamos.

La miró desde arriba, meditando lo bien que lucía inclinada de esa manera sobre la mesa. Pues su trasero se veía mas grande de lo que en realidad era y solo hacia falta levantarle un poco la falda para acceder a él.

—Asi que solo te molesta mi indecendia cuando Mercedes esta presente.

—Lo que me molesta amor, es que seas indecente sin mí —Se acercó devorandola con los ojos —. Sabes que si me dices que quieres correr como los dioses te trajeron al mundo por todo el campo, te acompañaría —Dijo percatándose de lo mucho que había extrañado tenerla cerca.

Pues su sola fragancia bastaba para provocar que algo se encendiera en su interior.

—¿Ah si? —Maylea sonrió enderezándose en su posición —. ¿Y qué hay de tus soldados? ¿No te importa que me vean? —Preguntó mientras se sentaba en el borde de la mesa.

—No mientras toda tu atención solo este puesta en mí —Explicó apoyando una mano a cada lado de la mesa, de manera que los muslos de la doncella quedaran acorralados.

Entonces se inclinó ligeramente hacia adelante en busca de besarla, pero ella movió la cabeza esquivandolo.

—Estas sucio —Dijo refiriéndose a las manchas de barro que le destacaban en el rostro y la ropa.

OSBORNE: El destino de una dinastíaWhere stories live. Discover now