12|

477 49 6
                                    

Ciudad de Ark, reino de Zoren - Palacio imperial

Maylea vio los ojos de Lucien recorriendo su cuerpo con lentitud, la miraban con deseo, como probablemente lo hacían también el resto de hombres en la habitación ya que la túnica que le proporcionó Lady White no dejaba mucho a la imaginación. Quiso ser valiente, pero en aquella situación no tenía muy claro si tener valor significaba cubrirse con las sábanas de la cama para impedir que la devoraran con los ojos o recostarse en el colchón y separar las piernas a la espera de que Lucien la convirtiera en mujer.

Sabía que era una tradición, lo había escuchado muchas veces, pero jamás la vio antes ni mucho menos hizo parte de ella, razón por la que le resultó tan hostil y repugnante.

—Creo... —Comenzó a decir Lucien en un murmullo tan débil que apenas ella logró escucharlo, al tiempo que estiraba las manos hacia adelante —. Maldición —Masculló.

Sus dedos largos acariciaron con suavidad la fina tela de la túnica de Maylea a nivel de su abdomen, justo por encima del ombligo, entonces les dio la libertad de ascender con lentitud rozando su piel. Ella permaneció quieta mientras sentía cómo las yemas se deslizaban sobre los vellos erizados de su caja torácica.

El tacto del rey era firme, y aun cuando la túnica le impedía sentirlo directamente supo que sus manos eran cálidas. Lo sintió trazar un camino con la punta del indice sobre sus costillas que destacaban bajo la piel dada su delgadez, hasta alcanzar el borde de sus pequeños senos completamente erizados y sensibles. Nadie jamas la había tocado ahí, mucho menos de esa forma, por lo que le costaba incluso respirar de manera correcta.

—¡Fuera! —Lo escuchó gritar de repente y no pudo evitar sobresaltarse.

Dio un paso atrás guiada por el instinto y sintió como la parte posterior de sus piernas chocaba contra la cama.

Las personas a su alrededor se quedaron mudas entre confundidas e indignadas , pues romper la tradición no solo era una falta de respeto sino que ademas era ilegal. ¿Si no había testigo que confirmara la consumación del matrimonio cómo iban a probar su validez?

—Lucien... —Intentó aconsejarlo uno de los muchos hombres de abdomen prominente y rostro barbado en la habitación.

—Es su excelencia para usted —Lo interrumpió el muchacho en tono hostil.

Quizá era el alcohol quien hablaba por él, no lo sabía, pero estaba demasiado cansado como para averiguarlo. Aquel era por mucho uno de los peores días de su vida y todo lo que deseaba era que terminase.

—¡He dicho fuera! —Repitió con el ceño fruncido y las mandíbulas apretadas.

Aunque sus manos ya lejos de la túnica de Maylea se habían convertido en un par de puños, sus ojos continuaban posados sobre ella, quien jamás lo había visto tan molesto. Sí, ambos solían decirse a la cara lo mucho que se detestaban, pero jamas al punto de que el joven rey se tornara rojo de la ira como en esa ocasión.

Lo bueno fue que su molestia surtió efecto, pues un par de minutos mas tarde todos los invitados abandonaron la habitación y el par de recién casados se quedo a solas en medio de un silencio casi escabroso.

Lucien caminó hasta la mesa en la que les habían dejado aperitivos y alcohol, tomó una botella de vino y comenzó a destaparla, pues su plan continuaba siendo beber hasta caer como un muerto sobre la cama. Maylea corrió hasta el baño en busca de  una bata que tuviera más tela que la que llevaba encima.

—¿Por que? —Preguntó con timidez, recostada en el marco de la puerta del baño a unos cuatro metros de distancia de él.

Que levantó la botella en el aire mientras la sostenía contra sus labios y bebió del líquido carmesí hasta que algunas gotas se deslizaron por su mentón rumbo a su pecho desnudo. Hasta ese momento Maylea se detuvo a analizar lo bien que su nuevo esposo lucia sin ropa; él a diferencia de Theo era más acuerpado, por lo que se le marcaban los pectorales y era casi imposible ignorar sus tonificados abdominales.

OSBORNE: El destino de una dinastíaWo Geschichten leben. Entdecke jetzt