37|

407 43 6
                                    

Ciudad de Attos, reino de Eskambur - Grant Palace

—¿Dónde esta? —Lucien empujó la puerta del baño de su habitación con mas fuerza de la necesaria.

Lo que provocó que Maylea se sobresaltara. Todavía iba vestido con una armadura de acero decorada por filigranas y manchada por el barro cuando ingresó. 

—Majestad —El par de doncellas que estaban ayudando a su esposa a bañarse se pusieron en pie de inmediato para poder hacer la respectiva reverencia ante él.

—Volviste —Dijo ella aun sentada en la bañera.

Tenia los ojos rojos como muestra de que había estado llorando y se encontraba rodeada por espuma y pétalos de flores que flotaban en el agua.

—¿Nos dan un momento, por favor? —Carraspeó Lucien.

Haciéndose a un lado de la puerta para que las dos mujeres pudieran abandonar el baño.  

Maylea las vio salir en silencio, tan rápido como sus pies se los permitieron y sintió ganas de volver a llorar cuando Lucien, aun sucio y cansado por las horas de viaje, se sentó en el suelo junto a la bañera para que quedaran cerca.

—Hola —Lo escuchó decir en tono condescendiente, cómo sí le hablara a su hermana Louisa y no a ella.

—¿Como te fue? —Preguntó desviando la mirada para contener las lagrimas.

Había pedido que le preparan un baño de agua tibia en cuanto puso un pie fuera del carruaje, en un vano intento por relajarse y alejar de su mente todo lo ocurrido. Pues aquel altercado la asustó tanto que durante todo el viaje de regreso sintió una presión sobre el pecho. Los rostros coléricos de esas personas, que no la conocían de nada, pero que aun así la odiaban, era lo único en su cabeza y era simplemente imperdonable. 

—¿Así que solo vas a ignorar lo sucedido? —El moreno levantó una ceja, con cierto fastidio.

Le había tomado varias horas de viaje llegar desde las montañas hasta allí cuando escuchó la noticia del incidente en el orfanato. El pobre Trueno quedo tan cansando por el trayecto que probablemente no volvería a dejar que lo montaran en días. 

—Fue un accidente.

—¿Accidente? Perdóname ladina, pero un accidente es dejar caer una taza o ensillar mal un caballo. Esto fue una irresponsabilidad... Esto...

Intentó encontrar las palabras para materializar su ira, pero su respiración se volvió irregular. 

—No culpes al pobre Sir Thomas, me defendió todo lo que pudo —Pidió interrumpiéndolo.

Con sus ojos mirándolo tan invadidos de ternura, que Lucien sintió una especie de punzada en el corazón. ¿Cómo iba a decirle que no a algo si lo miraba de esa manera?

Se inclinó ligeramente hacia adelante para besarla en la mejilla.

—Esta bien, le diré a Gregory que cancele la decapitación publica de la mañana —Sonrió enseñando todos los dientes.

—¿Quieres entrar? —Ofreció Maylea agitando el agua tibia con las manos.

Y aunque vista así desnuda, con los cabellos negros cayéndole a ambos lados del rostro como una cascada y los pequeños senos expuestos, su propuesta era casi imposible de rechazar, Lucien se obligó a reprimir sus mas salvajes instintos y negó con la cabeza. 

—Quizás luego, tengo una charla pendiente con mi madre que no puede ser pospuesta —Dijo levantándose del suelo.

—¡Oye, prometiste no decapitar a nadie! —Le recordó.

OSBORNE: El destino de una dinastíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora