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ADVERTENCIA: contenido +18 en la primera parte del capitulo.


Cerca al pueblo de Lille, reino de Ekios - Varlett Mansion

Ella no estaba pensando, pues de haberlo estado haciendo, no se hubiese arrojado encima del rey de la manera en que lo hizo, ni tampoco hubiera comenzado a juguetear con sus labios y su lengua como si tuviese alguna clase de experiencia en esas cosas. Si, toda la vida fue obstinada, tanto que pese a su belleza pocas veces llamó la atención de los hombres, pues eso de comportarse igual a ellos no le agradaba a la mayoría.

Tal vez era que ese tipo de cosas no tenían mucha ciencia, ni requerían experiencia o simplemente que el bagaje de Lucien alcanzaba para ambos. Ya que él a diferencia de Maylea sabía perfectamente dónde poner las manos y permitía que su cuerpo fuera reaccionando de forma orgánica a cada sensación que como un corrientazo le recorría la piel.

Era evidente que no sentía la más mínima vergüenza, es más, la doncella se hubiese atrevido a decir que era deseo lo que le brillaba en los ojos, cuando comenzó a besarla en el cuello con lentitud. La punta de su lengua trazó un camino descendente con dirección a sus senos, en donde destacaban sus vellos erizados; era un rastro de pasión y saliva que de cierto modo probaría la conquista del rey en aquellas tierras inhóspitas.

Maylea sintió su piel arder al tiempo que Lucien llevaba ambas manos a su espalda para comenzar a desatarle el corset, acción que hizo con gracia y rapidez, pero que no pudo terminar porque ella lo detuvo antes de que sus senos pudieran quedar al aire libre.

Él jadeó y la miró a los ojos en busca de alguna explicación, sin embargo su sorpresa sólo fue en aumento cuando sintió un par de manos que le desabrochaban los pantalones e iban en busca de su bragueta.

—Espera —Pidió con voz débil, yendo en contra de todos sus instintos.

Pero Maylea optó por ignorarlo, le bajó la bragueta con la misma confianza que una decena de mujeres ya lo habían hecho antes e introdujo la mano derecha en su ropa interior para sujetarle la polla.

Lucien gruñó por lo bajo al sentir el contacto, apretó los dientes y se obligó a apartar los ojos de sus senos para poder decirle lo que estaba pensando.

—Maylea, ¿estás segura de esto? —Preguntó, francamente sorprendido por el autocontrol que había mostrado hasta el momento.

Pero es que su historia con la reina ya estaba llena de accidentes y malos entendidos, así que no pretendía sumar uno más a la lista. Y aunque por general no se interesaba en los sentimientos de las mujeres con las que dormía, a ellas no tenia que volver a verlas nunca más a menos que lo desease, en cambio a Maylea si.

—Aja —Jadeó la morena en respuesta.

Sin siquiera mirarlo a los ojos, pues estaba demasiado desesperada por abrirle campo entre sus piernas a su polla.

—Aguarda —Insistió Lucien comenzando a sentirse incómodo, pero ella no se detuvo, sino que por el contrario deslizó con brusquedad el glande sobre los labios de su feminidad.

—Solo un segundo —Pidió cerrando los ojos en un intento de concentrarse, ya que iba a ciegas en un terreno que jamás en su vida había pisado antes.

—Maylea, te estoy hablando —Dijo Lucien sujetándola de las muñecas, aquella vez en un tono mucho más severo.

La doncella levantó el rostro para mirarlo a los ojos fastidiada, aún cuando podía sentir como algo palpitaba de deseo en su interior.

—¿Que? —Preguntó ansiosa —. ¿Que pasa?

—Es lo que quisiera que me digas —Respondió su esposo echando la cabeza hacia atrás para observarla mejor —. Hace unas horas querías ver mi asesinato en la plaza pública y ahora ¿esto? —Frunció el ceño extrañado.

OSBORNE: El destino de una dinastíaWhere stories live. Discover now