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FINALMENTE EL DÍA más esperado del año por la familia Moore había llegado: el veinte de diciembre. Era el cumpleaños de el señor Brandon Moore y el día en el que las vacaciones de todos daban inicio de manera oficial y finalmente pasaban todo el tiempo de mundo todos juntos en casa.
Los hijos (incluyendo a Sirius, claro) aprovechaban ese día para gastarle bromas a su padre a diestra y siniestra, sin piedad alguna; luego Brandon al día siguiente les regresaba las bromas aún con más brutalidad.
Era una especie de tradición que ellos habían inventado desde que August y Luan tenían memoria, unos años después añadieron a Sirius y Charlotte a la celebración.
Sirius ayudó con la tradición de Brandon devolviendo las bromas, el primer diciembre que pasaron juntos, él había dado la idea e incluso ayudado a realizar algunas bromas en contra de Luan.
Este año había llegado una semana antes para planear las bromas junto al padre de Luan, de nuevo.
—¿No crees que es un poco extremo? —Brandon preguntó cuando Sirius terminó de explicarle el plan que había armado en Hogwarts ese año, con algo de ayuda de James.
Sirius rió. —Créame, he visto de lo que Luan es capaz, esto apenas es la punta del iceberg. Si queremos ganarles, tenemos que pensar mejor, ser más habilidosos y adelantarnos un paso siempre. Siempre funciona.
Brandon sonrió mientras se recostaba en el respaldo de su silla, se encontraban en su despacho rodeados de pergaminos en donde Sirius y él habían anotado durante todo el año ideas para posibles bromas que harían cuando llegara el momento adecuado.
—Me gusta como piensas, Sirius. ¿Seguro que no eres un Slytherin?
—Estuve muy cerca de ser uno, de hecho. Pero pedí ser un Gryffindor —explicó.
Brandon sonrió de lado, había oído la historia familiar de Sirius muy pocas veces, las suficientes como para saber que ese tema era delicado para él y lo que menos quería era incomodarlo.
—Hubieras sido uno muy bueno, aunque también eres un gran ejemplar de Gryffindor. Excelente, diría yo.
Sirius sonrió para sí mismo. Luego se puso serio de nuevo.
—Ahora, señor Moore, ¿listo para preparar las mejores bromas de todos los tiempos?
—Cuenta conmigo, niño —respondió el hombre—. Tendremos el premio a los bromistas del año.
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Eran las siete de la mañana cuando el ruido de unas fuertes pisadas bajando las escaleras despertó al mayor de los hermanos Moore, esas debían ser sus hermanas menores preparándose para hacer las compras de navidad ese año.
