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LUAN DESPERTÓ CON LA MEJOR IDEA que alguna vez se le haya ocurrido. Toda la semana había estado pensando en cuál sería la mejor manera para poner en su lugar a Mulciber, Avery, Evan y Snape de una vez por todas. Estaba más que furiosa con las serpientes.
—Estoy feliz de que te hayas alejado de él, Lily. Ahora ya no tendré que pensar en no dañar demasiado a Snape —Luan admitió. Se encontraba acostada boca arriba en la cama de Lily mientras les contaba la razón por la que estaba tan enojada con Snape.
—¿No puedes simplemente decirle a McGonagall o Dumbledore lo que pasó? —Dorcas preguntó. Estaba parada frente a un espejo peleando por domar sus rizos. Luan negó rotundamente.
—Esto no es así, Dorcas. Los profesores no intervendrán a menos que estemos desesperados y créeme, han pasado casi cinco años y nunca hemos llegado a ese extremo.
—¿Por qué? —La morena volvió a preguntar. Luan se encogió de hombros.
—Es una regla no escrita, supongo. Hasta ahora tenemos suerte de que ninguno de esos dos imbeciles nos acusó por lo que le hice a Mulciber.
—¿Por qué estabas tan enojada? —Lily fue la que preguntó esta vez, acomodando su corbata.
—Dijo que Remus era un fenómeno, ¡¿Puedes creerlo?! ¡Remus, la persona más buena de esta escuela!
—Amiga, estás tan enamorada.
—¡No lo estoy! Sólo lo defendí porque somos amigos, es todo.
—¿Sigues en negación? Pensé que habías pasado esa etapa —Marlene entró a la habitación y se sentó en la misma cama donde Luan estaba.
—¿Cuánto de eso escuchaste?
—Todo. Seguramente lo escucharon tus amigos también, los vi salir de su habitación antes de entrar.
