DIECISIETE

29 9 0
                                    

Suena el teléfono de Pat Grant. Contesta consultando la hora en su reloj de pulsera.

—Hola, cariño... Sí, aquí estoy... ¿Las seis pasadas? ¡No me digas...! ¿Eh? Dices que tendremos visitas, pero que aún no llegan... —Nos mira con astucia—. Adivino quiénes son esas visitas... Sí, él mismo... ¿Cómo lo sé? Porque vinieron a hacerme una visita a mí también... —Se oye un chillido de alegría del otro lado—. ¿Fantástico? Sí, bueno... Oh, eres muy atenta. Creo que estarán felices... Sí, yo les digo.

Tapa el teléfono con una mano y se inclina hacia nosotros. Con cara de poquísimos amigos nos dice que estamos invitados a su casa.

—Vivi nos está esperando con pasteles y café. Hurra.

—Pues... no podemos dejar de ir —respondo en nombre de los dos; espero que no te lo tomes a mal.

—Me lo temía —dice destapando el teléfono móvil—. ¿Cariño? Sí, dicen que están encantados... Irán, por supuesto... Los llevaré conmigo... ¿Necesitas algo? No... ¡Ah, fuiste al puesto donde venden frutas y hortalizas hoy...! Eso está bien... Ajá... ¿Y si me cuentas luego...? ¿Que a Brigitte le diagnosticaron cáncer? Vaya, claro que debemos ir a saludarles... Cuando quieras... Lo hablamos en casa, ¿te parece? Sí... Ajá... Vale, nos vemos... Yo también.

Corta para masticar otro pedazo de comida invisible extremadamente dura.

—Aparentemente, Brigitte será el nuevo tema de conversación de mi esposa.

Ordena los papeles sin darles un orden adecuado. Rescata la carta suicida en el último minuto.

—¿Vivi sabe algo de esto?

—No.

—¿Y a qué fuiste a mi casa, entonces?

—A verlo a usted.

Para nuestro asombro, Pat Grant dobla la carta en tres secciones. Repasa ambos dobleces con profusión y, para nuestro asombro, corta esos dobleces con sus impecables manos.

—¿Qué está haciendo?

—Repartiendo los mensajes, obviamente.

Ahora comprendo. Me pasa la sección intermedia, mientras que él se queda con la última sección. La primera la arruga y la lanza en el tazón de café aguado que no se acaba de beber.

—¡Eso era para Luci!

Era —enfatiza—. Ni una palabra de esto a ella ni a Vivi. Las mujeres se afectan increíblemente.

Yo hojeo el pedazo que me entregó. Es solo el párrafo dedicado a mí:


A ti, amigo querido, es a quien agradezco por las sonrisas y por los abundantes sinsentidos. No te encargues de mí más de lo que yo me encargaría de ti. Si las menudencias póstumas te abruman, olvídate de mí y déjame en una fosa común. ¿Existirán todavía?


Oh, ya nos vamos. No dejemos que Pat nos espere, ya que su genio puede empeorar.


ENTRAMADOS POR UN CADÁVERWhere stories live. Discover now