CUARENTA Y SIETE

26 10 0
                                    

A falta del Bar Brooklyn caemos en el Café Viena. Otra vez. Es como volver a empezar, ¿no te parece?

Nos sentamos en una barra que da a la calle como si nosotros fuésemos maniquís en una vitrina. ¿Quién pudo poner un maniquí en la Habitación Amalfi? ¿Para qué? Lo horrendo de un maniquí que se parece a una persona de carne y hueso es que debe de haber sido hecha por alguien que contó con un modelo fiel al real. ¿Puede ser la misma persona incógnita que acompañó a Morton a ver Érase una vez en el Infierno?

—¡Cuidado!

Desde la calle al otro lado del ventanal nos llega esta exclamación. Hay un tipo que hizo tropezar a una señora, quien nada más reponerse le golpea con su bolso. El tipo ni se inmuta. Al verlo, lo reconozco. ¿Es él?

Estoy seguro de que tú también lo has reconocido, aunque sea difícil hacerlo dado que tiene la cara amoratada y los labios partidos. ¡Es nuestro perseguidor! Temí que Lionel le hubiera destinado una temporada en el hospital, pero el tipo es fuerte o bien se empecina en su labor; seguirnos.

Nos mira detenidamente. Esta vez no disimula. Está tomando una decisión. ¿Vendrá hacia aquí? Es lo que tanto le cuesta decidir.

—¡Eh, tarado!

Esta vez un hombre le grita a nuestro perseguidor cuando este se decide a entrar en el Café Viena. Se aproxima a nuestra mesa con la rectitud de un torpedo. Temo que explotemos cuando nos alcance. Hagamos espacio y armémonos con mondadientes. Después de todo nosotros fuimos la causa de su paliza.

—Vengo en son de paz. Buenas.

—Bienvenido a la Tierra, marciano. ¿Ya no nos sigues?

La pregunta es estúpida, porque está claro que nos viene siguiendo.

—Mi mandante quiere transmitir un mensaje. Morton vive. Eso es todo.

—¿Qué...? —Lo pienso mejor—. ¿Tu mandante? ¿Es que acaso trabajas para alguna agencia secreta?

—Soy detective privado. Me pagan bien. A veces pasa lo que pasó el otro día.

—Dímelo a mí. Soy escritor. Son los llamados gajes del oficio.

Me mira con ojos turnios. A nuestro perseguidor le cuesta captar las bromas.

—No os perseguiré más, pero mi mandante desea saber por qué pensabais que Morton estaba muerto.

—No tan rápido, vaquero. ¿Por qué nos perseguíais? Adivino que no puedes soltar esta información, pero te ayudaré. ¿Tu mandante pensó que nosotros teníamos algo que ver con la desaparición de Morti? —Silencio—. ¡Ajá! Era obvio. Y en vez de mandarte a buscar a Morton se empecina en seguir nuestro rastro. Se nota que a tu jefe le sobra el dinero, porque envió a un detective privado a buscar a Morti... O bien Morti dio señales de vida por sí mismo... ¿Cómo apareció?

—No puedo dar esa información.

—No podría comprártela aunque quisiera. ¿Quieres que adivine?

Esta vez tampoco se debate consigo mismo. Niega con el mentón como hacían los galanes antes de las películas a color. Lo ignoro.

—Allá voy, porque hoy me siento dado a la adivinación —digo haciendo crujir los dedos—. Probablemente tu mandante llamó desesperadamente a Morton. No obtuvo respuesta, pero esta mañana ocurrió lo inesperado; Morton le devolvió el llamado. Sencillo, pero efectivo. —Silencio—. Vamos, señor detective, si hablaras me lo pondrías más difícil. ¡Me compraré una bola de cristal e instalaré mi tienda de circo!

—¿Por qué creísteis que Morton estaba muerto? —pregunta, por fin. ¡Por poco pensé que se trataría de un androide!

—Ah, eso. Pues porque vimos el cuerpo de Morton. Se colgó. Y hallamos una nota que atribuyo a su mano. ¿Necesitas más pistas?

—Alguien os ha tomado el pelo. Morton vive.

—¿No es un impostor?

—No ha pedido dinero. Se ha comportado naturalmente. Es él.

—Vaya, ha debido gastar un dineral llamando desde el extranjero.

—¡Hmpf!

El detective privado se pone rojo. ¡Por fin logro alguna reacción sincera en él! Así que Morti vive y llama desde el extranjero. Pero ¿cómo?

¿Es esto un misterio menos o, por el contrario, una nueva ramificación de dudas?

—Y no es necesario que le comuniques a tu mandante lo que hemos hablado. Yo mismo hablaré con él.

—¡No se supone que sepas quién es!

—No se supone que los acertijos sean tan fáciles de resolver. Vuelve a tus novelas negras, detective, que en la realidad estás sobrevalorado.

El tipo se encara conmigo. Tranquilidad ante todo. Lionel ya le dio una paliza. Mi contextura no es la de Lionel, pero no creo que quiera ganarse el par de puñetazos que le puedo dar antes de que me reduzca. ¿Tú me ayudarás en caso de que reciba una paliza?

No será necesario; el detective privado acaba perdiendo la fiereza. Se retira en línea recta, tal como llegó.

Íbamos de camino a ver aLuci, pero ya no será necesario. Vamos, no hay tiempo que perder. ¡Es nuestro turno de encararnos con alguien!


ENTRAMADOS POR UN CADÁVERHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin