QUINCE

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Llevo aproximadamente un mes durmiendo en la Habitación Amalfi. Incluso hoy en día no siento que sea mi hogar. ¿Cuál es mi hogar? Un refrán dice que «tu hogar es donde tus libros están». Las librerías, entonces, pero ahí no me dejan dormir.

Por otra parte, la editorial se encarga de los gastos. Estoy pasado del presupuesto, pero no me arrugo. Pronto espero recibir un adelanto por una idea que a mi parecer es de lo más osada. Les gustará, descuida. ¿Veo duda en tus ojos? Me conmueves, pero no creo que sea oportuno ponernos sentimentales.

Déjame abrir. Adentro, en la habitación, debe de estar oscuro. ¡Alguien debería engrasar estos goznes! Hablaré con Don Carlo. Si quiere que el Hotel Montenegro se precie como un hotel cuatro estrellas, esto no puede seguir ocurriendo. Es una falta de respeto minúscula para con el huésped y una falta MAYÚSCULA a la etiqueta. Sí, bajaré ahora mismo...

Me quedo de piedra. ¿Te das cuenta? A pesar de la oscuridad, creo reconocer un carro de aseo. ¿Qué estaría haciendo un carro de aseo en la Habitación Amalfi del Hotel Montenegro?

No cierres la puerta. ¿Distingues la corriente de aire? Eso significa que una ventana está abierta. Recuerdo haber dejado todo cerrado por miedo a que entraran las palomas. ¿Fuiste tú quien abrió una ventana para ventilar las emanaciones de Morton? Hum, no, claro que no, ya que no tuviste tiempo para ello.

Avancemos. Encenderé la luz. Con esto...

¡Madre mía!

—¿Señora? ¿Hola?

Mi voz me sale temblorosa, irreconocible. Quédate detrás. Aprieto los puños antes de recordar que traigo la pistola de Morton en el cinto. La empuño, aunque sin intenciones de utilizarla.

En el suelo, ante nuestros pies, está Rosa, la mucama. Cayó de espaldas. Tiene la vista clavada en el techo y con las manos se toma el pecho. Los faldeos de su delantal se ven oscurecidos de humedad. Por el olor podemos adivinar que se orinó encima. ¡Es terrible! Un infarto, imagino. ¡Es más que terrible! ¡ESTO ES UNA PESADILLA!

¿Qué he hecho?

«¿Y si no está muerta?», me querrás preguntar, aunque también tengas problemas para usar tu voz.

Me acuclillo y le busco el pulso bajo la papada como he visto hacer en las películas. Si no, ¿dónde aprendería cosas así? Y busco, busco, busco. Rechazo la idea de que la mucama esté muerta. Le cojo la muñeca, aunque el brazo rígido se resiste a mi tacto. Está fría. La suelto. Siento náuseas. Pienso que nada PEOR puede pasar... ¡Es DEMASIADO! Y te prometo que yo NUNCA quise esto. ¡Me siento fatal! ¡Quiero salir de aquí! ¡Aunque me intentes calmar es difícil! ¡Una mujer está MUERTA delante de nosotros y quieres que me calme!

Me cuesta respirar... Necesito aire... Voy a mojarme la cara al lavabo...

[...]

Me hizo bien eso de mojarme la cara. Me siento levemente despejado. Y puedo volver a la escena.

Aquí está Rosa, marchita... Poco más allá está el cuerpo de Morton, por lo que resulta lógico asumir que Rosa se sorprendió al descubrir el cuerpo de mi amigo y su corazón no lo toleró.

Pero ¿a pito de qué entró en mi habitación?

La conversación que oímos en la recepción me hace suponer que Rosa llevaba desaparecida varias horas. Y el carro de aseo me hace suponer que entró a hacer el aseo. Acaso al entrar consideró que el ambiente estaba viciado y fue a abrir la ventana del cuarto volviendo luego al vestíbulo para ir a la zona diurna en donde tropezaría con Morton. La misma corriente de aire tuvo que cerrar la puerta en algún momento. ¡Así tuvo que ocurrir!

¡Pronto, pongamos el cartelito de «NO MOLESTAR» colgado del pomo! Debemos evitar que cualquiera entre en esta habitación.

Y ahora ¿qué? Tenemos no ya uno, sino que dos cadáveres a nuestro haber. Estamos metidos hasta las patas en esto. Y está el carro de aseo, el cual sería conveniente hacer aparecer antes de que lo encuentren aquí. Este hotel tendrá cámaras por alguna parte —como todo hotel que reciba huéspedes importantes—. En adelante deberemos calcular cada uno de nuestros movimientos.

La Rosa marchita... Creo en el karma, pero no está bien que le ocurra esto por rociarme agua en la cara. Es un karma injusto; desbalanceado. Déjame encender un cigarrillo en su honor.

Ah, mucho mejor. Quizás ahora podamos pensar. Tarde o temprano tendremos que sacar a los cadáveres de aquí. Hoy no, porque aún no se me pasan las náuseas. Me siento culpable y homicida por haber dejado a Morti ahí, expuesto a ojos ajenos.

Vaya lío. ¡Y tú de testigo! Pero si estás aquí es para sacar provecho. Hagamos algo productivo.

Analicemos el carro de aseo, por ejemplo. ¿Qué opinas del volumen? ¿Cabría un cuerpo? Sí, también creo que podemos hacer entrar un cuerpo completo. Otro no entraría, lo que reduce nuestras posibilidades...

¿Descuartizamos al bueno de Morton o a la Rosa marchita? ¿O es muy pronto para tomar decisiones?

Sí, tienes razón, es muy pronto.

¿Nos debiera preocupar que alguien más esté al tanto? Es improbable que Rosa diera aviso de su descubrimiento, porque entonces no hubiéramos oído la conversación que oímos en la recepción. No obstante, existe la opción de que algún huésped pudiera oír algo. El grito de sorpresa de Rosa o el cierre violento de la puerta por efecto de la corriente de aire. Cosas sin importancia, pero que luego pueden crecer y crecer como un alud.

No sé tú, pero un único pensamiento ronda por mi cabeza y quién sabe cuándo me pueda deshacer de él.

Dos cadáveres en una misma habitación.

En la Habitación Amalfi, exactamente.

Del Hotel Montenegro, por si las dudas.

Es decir, en mi habitación.


ENTRAMADOS POR UN CADÁVERWhere stories live. Discover now