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Annalise Lim Wise

La soledad ya estaba empezando a afectarme. En mi vida solo había tenido una amiga, y fue fácil acostumbrarme a que ella no iba a volver y que yo quedaría sola porque me preparé mentalmente para eso. Todos lo habíamos hecho... Claro, todos menos él.

Creí que podía vivir sola, sin amigos, sin familia, sin amor... Pero no, empezaba a calarme duro no tener a nadie con quién hablar realmente, no tener a nadie para contarle mis inquietudes o lo que había hecho en el día. Ya estaba a punto de hablar conmigo misma en el espejo.

Yohan tenía muchos amigos, demasiados. Él tenía infinidad de lugares y personas con quién ir a pasar el rato, eso me quedaba claro. Y por eso me di  cuenta de lo sola que estaba, porque él siempre tenía a dónde ir, y yo no; él siempre tenía un plan, y yo me debía acomodar a los planes de otros y no a los míos propios. No tenía con quién hacer planes. Los chicos de la cafetería eran una pareja y ellos debían hacer sus propios planes, no podía actuar de mal tercio por más que me llevara bien con ellos.

No tenía citas con Yohan, es obvio que a él no le gustaban, al menos conmigo no. Nunca recibí flores, menos de parte de él. Yo era romántica, y él era un patán que le parecía una ridiculez el romanticismo.

Pero no podía pedirle u obligar a alguien que me dé algo que no le nacía darme, que nunca le nació hasta que ambos enfrentamos la realidad de lo que nos convenía.

Estaba empezando a dudar de ese amor que yo decía tener, pero no me podía dar ni la más mínima atención porque mis esperanzas volaban de nuevo. Parecía perrito callejero, cualquier acto de cariño me hacía estancarme en el mismo hoyo de siempre.

No sabía si yo esperaba mucho, o esperaba lo que merecía de la persona equivocada.

Pero no importaba, yo insistía en darle mil oportunidades porque en serio quería que fuera él, quería demostrar que el Yohan en el que nadie creía sí existía. Lo habían tachado de mal nacido, ¡y sí lo era! Pero era su forma de autoprotección, yo lo sabía, todos lo hacíamos.

Por eso siempre lo iba a defender ante todos, porque yo sabía que la mejor versión de Yohan existía, porque yo la vi, incluso intentó sacarla conmigo varias veces, pero él era muy fuerte. Era muy sensible y cruel a la vez, pero sus sentimientos eran los de un bebé inofensivo. Le tenía miedo a sentir, le tenía miedo a fallar sintiendo, y quise hasta el último momento seguir creyendo en él, pero su fragilidad lo rompía fácilmente. Era una persona rota por el miedo a perder, y una persona rota no iba avanzar nunca, una persona rota iba a romper a la que más daba por él para protegerse él mismo, y la que más daba en ese momento por él, lamentablemente era yo.

No importaba lo maravillosa persona que era Kim Yohan para los demás, para mí, por creer en esa maravillosa persona, me dejé romper, me dejé apagar, me dejé desgastar cuando lo único que me merecía era rosas, una cita perfecta... Amor. Él no dejó que mi desgaste de amor propio le ayudara a creer que podía volver a sentir sin perder, él no estaba preparado, y cuando lo estuvo, ya era tarde.

.....

Entre mis regalos venía maquillaje que me regaló mi madrina, era de mis regalos favoritos aparte de las pinturas que me regaló mi padrino para volver a empezar a pintar.

Sabía que debía darle color a mi imagen, pero no podía ni aplicarme bien la máscara de pestañas, por más videos que vi, no me salía nada bien.

—¡Aghhh! Estúpido delineado feo.

—Deja de quejarte, hasta mi habitación se escuchan tus quejidos. Ya eres fea, ni siquiera sé por qué quieres maquillarte.

—A ti qué te importa.

♣️Your♥️Eyes♦️Tell♠️ (♣️House♥️OF♦️Cards♠️)Where stories live. Discover now