—¡Tritones empanados, Bella! —exclamó su amiga— ¡Te lo tienes que dejar, te queda perfecto!

—No sé, es que...

—¿Sabes con qué quedaría muy bien? Con estas botas —aseguró su amiga señalando uno de los doscientos pares de botas de combate que tenía Bellatrix.

Ese argumento venció finalmente. "¡Y ahora a peinarte!" decidió Eleanor que disfrutaba mucho con aquello. Su amiga asintió sonriente. Nunca lo hubiese creído, pero la embargaba una sensación muy agradable cuando su amiga la peinaba, la maquillaba y le hacía carantoñas. Estuvieron un buen rato entretenidas colocando las piedras preciosas en la melena de Bellatrix. El resultado fue espectacular: su melena oscura centelleaba en tonos azules, verdes y dorados y las piedrecitas producían un agradable tintineo al chocar entre ellas.

—Déjame ponerte algunas a ti, no hemos usado los rubíes.

—A mí me queda peor, tú lo tienes liso, pero mi pelo es mucho mas caótico —respondió Eleanor revolviendo sus rizos.

—Mm... Entonces tendremos que compensarlo poniéndote más joyas. Mira, las guardo en ese armario.

Cuando lo abrió, hubo veinte minutos de Eleanor babeando y probándoselo todo. Llevaba un vestido verde oscuro y juzgaba que todas le quedaban bien. Bellatrix estuvo de acuerdo y le prestó las que quiso. Después, la joven las maquilló a ambas. Bellatrix disfrutaba con aquellos momentos: era la adolescencia con una mejor amiga para cotillear, ponerse (todavía más) guapas e ir a fiestas que nunca tuvo. Tampoco la deseó, pero ahora lo estaba gozando. "Mejor tarde que nunca" pensó mientras Eleanor le aplicaba la máscara de pestañas.

—Vale... Estamos demasiado bien, nadie va a prestar atención a la banda —murmuró la más joven cuando dio su trabajo por terminado.

—Tienes razón —sonrió Bellatrix—, pero que se jodan. Espera, vamos a hacernos una foto, mi padre tiene una cámara en el despacho.

Con un accio, la maquina mágica llegó a su habitación. Se hicieron varias instantáneas posando y haciendo tonterías y se las repartieron para aumentar su colección. Después, se aparecieron.

El concierto tenía lugar en un polígono a las afueras de Londres. Los muggles veían una nave abandonada cuando en realidad se trataba del club mágico de moda. Era una sala del tamaño del Gran Comedor, con dos plantas, todo tipo de encantamientos de luces de colores y varias barras con alcohol. Pese a que faltaban todavía cuarenta minutos para que empezara el concierto de las Banshees, ya estaba bastante lleno. Las dos brujas entregaron al portero sus entradas y accedieron.

Bellatrix casi se asustó al ver las luces estroboscópicas alumbrar la oscuridad de la sala mientras la gente chillaba y reía intentando hacerse oír por encima de la música. No estaba acostumbrada y le desagradaba. No iba a un concierto desde los quince años. Por suerte, su acompañante era feliz en esos ambientes...

—¡Vamos! —comentó Nellie cogiéndola de la mano y arrastrándola dentro— Yo no tengo un rubio buenorro esperándome en la cama, tenemos que buscarme uno.

—Primero necesitamos alcohol —gritó Bellatrix intentando hacerse oír.

No supo si la había escuchado o es que pensaban igual, pero la primera parada fue una de las barras. Pidieron sendos whiskys y brindaron entre risas.

—¿Y tus amigos? ¿Cómo has quedado con ellos? No va a ser fácil encontrar a nadie aquí —murmuró Eleanor mirando a su alrededor.

—¡Ah sí! Le dije a Dol que le avisaría.

Con un gesto de su varita, su loba traslucida surgió sobre ella. Varios de los asistentes exclamaron asombrados al ver el patronus. Funcionó: un minuto después Dolohov y Rose acudieron junto a ellas. Las saludaron y bebieron juntos, pero Dolohov se separó pronto: había acudido con un amigo especial, en esos lugares tan ruidosos y concurridos podía ser gay libremente. Eleanor también se había alejado para bailar con un mago que la miraba casi babeando. Rose le contó a Bellatrix que Rodolphus no había querido acudir:

El profesor y la mortífagaWhere stories live. Discover now