54|Cuesta abajo

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Solo hice unos comentarios cuando los chicos y Lizzy me miraron para que hablara. Y lograron su cometido: reí y les seguí las bromas.

En algún momento todos empezaron a sacarse fotos, a pedir una foto grupal y a hacer payasadas. Mi risa fue más fuerte, genuina. Lizzy me observó y le dio un último sorbo a su trago con frutas; sin embargo, vi la sonrisa que intentó esconder. No pude controlar las emociones que me arañaron la piel al advertir que le alegraba verme reír.

Tyler, Chase e Ian se levantaron y me sobresalté cuando me apretaron en un abrazo. Hannah retrató el momento con su celular. Luego, nos observó a Lizzy y a mí y nos pidió, con una sonrisa demasiado amplia, que posáramos. Nos acercamos más. Lizzy levantó el rostro y me observó con ojos brillantes. Le sonreí de lado con cariño. De repente, escuchamos que Hannah sacó la fotografía y que Jasmine exclamaba: «¡Qué hermosos!». Nuestros amigos se acercaron a verla, como los chismosos que eran, y coincidieron. Desvié la vista por un momento.

Hannah nos pidió otra foto. Lizzy se estremeció cuando la envolví con el brazo, pero se amoldó a mí, relajada. Mi barbilla quedó casi sobre su cabeza. Le sonreímos a la cámara del celular; yo, con más incomodidad que Lizzy. Hannah nos dijo que eso era todo y suspiramos aliviados, también nos sonrojamos.

De repente, luces de diferentes colores iluminaron el escenario e impactaron en las mesas cuando un hombre bajito abrió la puerta contigua al escenario.

-¡Buenas noches! -Acomodó el micrófono a su altura-. ¿Me oyen bien? -Todos respondieron que sí-. Prepárense para cantar a todo pulmón. Tengo el honor de presentarles a... ¡Lost Souls! -Nos hizo una seña a los chicos y a mí para que subiéramos.

Los nervios me palpitaron en el pecho y sentí un sacudón en el estómago cuando mis amigos y yo nos miramos. Ellos también estaban nerviosos, pero se levantaron. Por un segundo mis piernas se negaron a hacer lo mismo, pero logré pararme.

La gente aplaudió al presentador.

Inhalé y exhalé en cuanto estuve frente a los escalones del escenario y los subí después que mis amigos. Las luces me cegaron. Parpadeé hasta que me acostumbré a ellas y caminé hasta el piano de cola marrón, a la derecha del escenario; había un micrófono al lado.

Los nervios me cerraron la garganta y las manos me sudaron. Me las limpié en el pantalón y le eché un vistazo al escenario, a mis amigos, a las mesas llenas de gente, y...

Entonces vi a Lizzy en el sofá. Estaba grabando con su celular y seguía mis movimientos con la mirada. Su sonrisa me transmitió la confianza que necesitaba.

Mis amigos y yo nos ubicamos en nuestros lugares. Chase tocaría su bajo color bordó, en el centro del escenario. Ty, a su izquierda, traía su guitarra. Ian tenía las baquetas de su batería listas, detrás de nosotros. Respiramos profundo y exhalamos nerviosos. Chase saludó al público y dijo que el primer cover sería de Way down We go, de Kaleo.

El lugar prorrumpió en aplausos, por segunda vez. Chase se alejó del micrófono y nos preguntó si estábamos listos. Me tembló el cuerpo, pero me uní al asentimiento de mis amigos.

Sentí el pulso en los oídos y los latidos de mi corazón enloquecieron. Me vi las manos, luego miré las teclas, y el momento me pareció irreal. Pero la expectativa me aleteó en el pecho y ansié tocar, así que lo hice. Asenté las manos en las teclas del piano y toqué notas lentas y melancólicas. Tragué duro y me envalentoné para despegar los labios. «Estás para grandes cosas», repetí en mi mente, y empecé a cantar con voz suave, lenta y un tanto rasposa:

-Oh, padre, dime, ¿tenemos nuestro merecido?

Tenemos nuestro merecido.

La piel se me puso de gallina y la expectativa me recorrió las venas mientras cantaba con la garganta:

¿Una estrella que no se apaga? (Lost Souls #1)Where stories live. Discover now