33|No siempre tienes que estar bien

21 3 0
                                    

Sentí el cuerpo cansado y rígido cuando salimos de la habitación.

Por un momento, casi me desconecté mentalmente del sitio en el que me encontraba, para no alimentar mi incertidumbre; solo fui consciente del repiqueteo de los bastones de Lizzy sobre el suelo.

Ella me pidió en un susurro que nos sentáramos en la sala de espera. Me dejé caer a su lado.

Anclé la mirada al piso, armé un repertorio de canciones en mi cabeza e intenté no pensar en nada más que en la música que conocía de memoria. No quería recordar el sitio en el que me encontraba, al menos por un rato. Mis nervios lo necesitaban.

Lizzy me observó, así que hice lo mismo. Me sonrió con los labios cerrados y colocó su mano en mi hombro. El tacto de su piel sobre la mía me envió una descarga de tranquilidad, que recibí con gusto. Entrelacé nuestras manos y le ofrecí un gesto tambaleante.

Lizzy y yo giramos nuestras cabezas al oír pasos acelerados cerca de nosotros. En mitad del pasillo, atisbé a Tyler y a Chase. Ty cuchicheó con Chase cuando este se le acercó más.

Tyler le hizo un movimiento con la cabeza a Lizzy para hablar con ella y Lizzy me vio casi como si no quisiera dejarme. Al final se fue con él y Chase ocupó la silla libre a mi lado. Cruzó los brazos sobre su pecho y la tristeza y la preocupación le cruzaron por el rostro, que ahora tenía una incipiente barba negra.

—Lamento habernos retrasado —susurró.

Esbocé una sonrisa imperceptible.

—No debieron molestarse —murmuré.

—No es molestia, es lo que hacen los amigos.

Inserté las manos en los bolsillos de mi abrigo y tragué con dificultad. En situaciones como esta me preguntaba qué podría haber hecho para que gente como Tyler, Chase, Ian y ahora también Lizzy se hubieran cruzado en mi camino. Me tenían un cariño inmenso. No sabía cómo devolvérselo porque me resultaba difícil ser demostrativo, pero yo también los quería, con sus rarezas y todo.

—¿Quieres que te traiga un espejo para que te muestre lo horrible que te ves? —bromeó Chase.

Reí sin gracia y mascullé que ya me había visto cuando me bañé.

—Intenta descansar esta noche, Will. —La diversión abandonó la cara de Chase—. En serio, no te ves bien.

—No sé cómo estoy —me sinceré con un hilo de voz.

Chase hizo una mueca.

—No siempre tienes que estar bien. Hasta la persona más fuerte necesita de quién sostenerse de vez en cuando.

Recordé lo que me había dicho Lizzy: «A veces es bueno tener a alguien que nos salve, a alguien que impida que nos ahoguemos».

No pude evitar mirarla. Estaba conversando con Tyler. Bueno, era él el que estaba hablando más.

Desvié la mirada hacia Chase y se me acumularon un sinfín de palabras en la boca que no pude soltar.

Nunca antes había permitido que alguien más que mi familia me salvara de mis demonios, y, en ocasiones, hasta con ellos era cerrado. Dudaba que alguien conociera al verdadero Will, si ni siquiera yo me conocía. Solo era consciente de que estaba esforzándome por reprimir mis emociones porque me aterraba que salieran a la luz, pero me estaban perforando el pecho. Y agradecía la presencia de los chicos y Lizzy.

Chase me sonrió de lado y se levantó mientras me preguntaba por Ethan y el resto de mi familia. Le conté, cuando se paró frente a mí, que esa mañana no lo había visto tan mal, pero que había regresado cansado y apagado de los exámenes que le habían realizado, y que mi madre estaba nerviosa y asustada por lo que pudiera ocurrir.

¿Una estrella que no se apaga? (Lost Souls #1)Where stories live. Discover now