46|No eres el titán Atlas

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3 de noviembre de 2015.

Salí agotado de la clase y me froté los hombros. Alcé el cuello hacia el techo; las punzadas que había estado sintiendo en la cabeza aumentaron y el mundo me dio vueltas. Cerré los ojos y apoyé la cabeza en la pared. Abrí los ojos cuando el dolor y el mareo se disiparon.

Me colgué la mochila en el hombro y caminé con lentitud. Me metí dos caramelos en la boca y empecé a saborearlos.

Ingresé en el pasillo cuando el azúcar comenzó a surtir efecto, y un escalofrío por mi espalda y mis brazos. Me abracé a mí mismo hasta que entré en calor.

El pesar me inundó al ver que a Lizzy le costaba mover la pierna izquierda. Agachó ligeramente la cabeza, recobró el aire y se incentivó a seguir el recorrido.

Corrí hasta ella y puse mis manos sobre sus hombros. Se sobresaltó y frunció el ceño de esa manera que me resultaba cómica.

—Siempre es divertido asustarte. —Reí. Me acerqué más a ella y aguanté la respiración a medida que me llegaba su perfume, sobre todo al besarle la mejilla.

Me puse en alerta cuando trastabilló. Le pregunté con la mirada si necesitaba ayuda. Negó con la cabeza y descargó la fuerza en las maniguetas de sus bastones para recuperar el equilibrio.

La escruté tenso. Hacía días que las cosas estaban extrañas entre nosotros y no sabía por qué, aunque algo me parecía que no estaba enojada conmigo.

Quería preguntarle por qué su luz estaba apagándose, pero no lo hice. Creí encontrar la respuesta en sus ojos que, después de varios días, volvían a ser la puerta hacia su alma, y sentí la esperanza de poder acceder a ella.

Sentí el chispazo de tranquilidad que estaba necesitando. Al menos con Lizzy parecía que las cosas volverían a la normalidad.

Caminamos hasta la sala en un silencio menos tenso que días anteriores.

Le pregunté si quería que la ayudara a subir al escenario y negó con un atisbo de sonrisa. Subí primero.

Se sentó con dificultad en el banquillo y colocó las partituras en el atril.

Me paré detrás de ella y saqué de mi mochila los tapones que el profesor Brooks me había sugerido que comprara. Lizzy me miró con sospecha y curiosidad.

—¿Qué estás tramando, Gallagher?

Cerré la cremallera y dejé la mochila en el suelo.

Tenía que funcionar.

—Pondré esto en tus oídos. —Le mostré los tapones.

Lizzy frunció las cejas.

—¿Qué? Pero no me voy a escuchar, Will...

Me esforcé por mantener una expresión apacible, pero fracasé. Apreté las comisuras de los labios, contrariado.

—Esa es la idea. Lo importante es que yo te oiré.

Lizzy negó con la cabeza.

—No estoy segura sobre esto.

Cerré la mano con la que no sostenía la mochila para no apretarme el tabique de la nariz.

—Yo estoy muy seguro. Confía en mí. Toca y visualiza que estás en todas las audiciones.

Me arrodillé a su lado —más músculos de los que creí que existían en mis piernas y en mi cintura dolieron hasta que se estiraron— y la observé persuasivo. Noté las sombras oscuras bajo sus ojos, a pesar de que estaba maquillada. Lizzy observó los tapones que sostenía en mi mano, disconforme, pero finalmente pareció ceder un ápice, así que le pedí intentarlo al menos una vez.

¿Una estrella que no se apaga? (Lost Souls #1)Where stories live. Discover now