48|¿Otra faceta de mí?

16 2 0
                                    

Busqué un lugar en el estacionamiento del edificio donde vivía, media hora después. Brianna se colgó su mochila, se bajó y corrió hacia la entrada mientras yo le abría la puerta a Lizzy. Reímos por su entusiasmo. Le pedí que anduviera con cuidado y que se quedara cerca del ascensor; ralentizó el paso y caminó alegre hacia el edificio.

Me tapé el labio inferior con el superior y fui consciente de lo cerca que Lizzy y yo estábamos, literal y metafóricamente hablando.

Inserté las manos en los bolsillos de mis jeans e intenté relajarme mientras caminábamos detrás de Brianna. La encontramos sentada en las escaleras aledañas al ascensor.

Mi dedo tembló levemente sobre el botón del elevador. Aplané los labios y me toqué los muslos con los dedos, impaciente, aunque no tuvimos que esperar demasiado para que el ascensor abriera.

El corazón se me subió a la garganta cuando los tres salimos del elevador, y, a pesar de mi nerviosismo, eché a andar. Me detuve en la puerta de mi departamento y saqué las llaves del bolsillo de mi tapado. El frío del interior me caló los huesos.

Vi a Lizzy de reojo. Estaba estática y apenas se animaba a avistar la sala.

Me llevé una mano a la nuca y realicé un ademán con la mano libre para que entrara. Lizzy dio pasos cortos e inseguros. Ingresé después de ella y, entonces, noté un cambio en el ambiente. Encendí las luces, pues el lugar estaba casi en penumbras, y me percaté de cómo Lizzy analizaba la sala con la mirada. Su postura corporal se había relajado; la mía, inconscientemente, también lo hizo.

Cerré la puerta y coloqué las tres mochilas en los estantes blancos.

Despegué despacio los labios y le ofrecí a Lizzy que se sentara en el sofá.

Deposité las llaves del auto y del departamento al lado de la mochila de Brianna. Por inercia, también me saqué los auriculares blancos.

Abrí los labios, alarmado, al percatarme de lo que había hecho, y me toqué el cuello. El alma me regresó el cuerpo al tantear con los dedos la polera negra que llevaba. Relajé los hombros. Mi cuello no estaría expuesto.

Entrelacé las manos y tragué para aliviar la resequedad en mi garganta.

—¿Quieres algo para tomar? —Mi voz me resultó extraña, pero seguí hablando—. Tengo... agua y jugo de manzana y de naranja.

Reuní coraje y giré para ver a Lizzy, que estaba sentada en el sofá, cuando me respondió que prefería agua, y fui a la cocina.

Las manos me temblaron mientras abría los cajones de la alacena para sacar los vasos, también cuando busqué las botellas de agua y de jugo. Respiré hondo cada vez que pensaba en mi cuello.

No estaba expuesto, mis cicatrices no se verían. Necesitaba relajarme.

—Lindo departamento —comentó Lizzy desde la sala.

Traté de enfocar la vista. A esa hora últimamente empezaba a molestarme.

Cargué el agua y el jugo en los vasos y le agradecí a Lizzy. Inspiré y salí de la cocina, luego de pedirle a mi sobrina que no se tardara en el baño para que eligiéramos qué comeríamos.

Coloqué la bandeja en la mesa de vidrio y miré a Lizzy; mi departamento le generaba curiosidad. Su postura relajada me transmitió la tranquilidad necesaria para sentarme a su lado.

—¿Hace mucho que vives aquí?

Recordé los obstáculos que había tenido que sortear para conseguir ese departamento. Antes de mi vigésimo primer cumpleaños, cuando económicamente las cosas estaban mejor —después de la primera internación que Ethan había tenido ese año—, había comenzado a buscar departamentos, en vano.

¿Una estrella que no se apaga? (Lost Souls #1)Where stories live. Discover now