53

4.9K 738 181
                                    

Crystal tomó una profunda respiración y se puso de pie. Miró a los hombres a su alrededor y luego a Ana. El conde farfullaba unas cuantas palabras ininteligibles mientras sujetaba su mano.

—Todo saldrá bien.—repetía la joven pelirroja manchada de sangre el vestido.

—Cumplí mi promesa.—Anthony puso todo su esfuerzo en pronunciar cada palabra dirigida a Crystal, la dama que tenía en sus manos su vida.

Si alguna vez encuentra a la mujer ideal para usted y vuelve a enamorarse, no la deje ir.

Era evidente que Glamorgan lucharía hasta el final incluso aunque eso significará evocar un acuerdo del pasado. Crystal miró a Bastián, la postura del caballero era clara y aunque ciertamente ella no creía en las segundas oportunidades en honor a su amistad con las Murgot y con Ana dejaría que el tiempo decida su destino.

—Tomenlo con cuidado y llevénlo al carruaje.—ordenó finalmente.—Necesitamos llegar a Bleiston House.

—Enseguida.—los hombres se agacharon y cargaron al conde mientras Ana era apartada por Bastián.

—¿Dónde está David?—le preguntó al caballero a su lado.

—Allí viene.—señaló al joven que corría acompañado de tres de los hombres del vizconde. Los mismos que las habían escoltado en la mañana.

—¿Qué pasó aquí?—exclamó Lancaster al ver la sangre y los cadáveres.

—Eso debería preguntarles yo...¿qué hacían lejos de Crystal y Ana? ¿Por qué diablos no estaban cuidándolas?—gruñó Dubois y los caballeros agacharon la cabeza, menos David quién trato en vano de fingir desconcierto cuando en sus ojos había culpa. Para Crystal fue muy claro que algo se había estado gestando a sus espaldas y planeaba descubrirlo.

—Estamos listos para partir.—el cochero interrupió su charla. Ana se soltó del agarre de Bastián y corrió hacia el carruaje, que empezó a andar apenas se subió.

Tardaron unos cuantos minutos en regresar a Bleiston House y lo trasladaron a la habitación más cercana. Anthony respiraba de forma pausada aferrándose a su mano.

—Necesitamos un médico.—pidió Ana.

—Lo siento, pero mis señores están ocupados.—informó el mayordomo inescrutable como siempre.—Tendrá que esperar.

—¡¿Acaso no ve la situación?!—gritó desesperada, pero el caballero ni se inmutó.—¿Dónde están?...iré yo misma a buscarlos.

La joven no esperó respuesta y corrió por los pasillos buscando en cada una de las habitaciones a los Bleiston. Al primero que encontró fue a Timothée, pero ni siquiera pudo mediar palabra con él antes de ser echada de la recamara.

—Lo siento, pero el doctor no puede detenerse en medio de una intervención.—le explicó una de las doncellas y luego le lanzó la puerta en la cara.

Celina y Lucien estaban suturando dos heridas de gravedad y se negaron a moverse de sus lugares.

—¿Dónde está el doctor Constantin?—tomó uno de los lacayos por los brazos y lo detuvo en seco.

—Está en el despacho, pero no es un buen momento señorita.

Ana hizo caso omiso a su advertencia y se dirigió al lugar. Necesitaba que alguien atendiera a Anthony.

—¡Espere!—le gritaba el sirviente tratando de detenerla.—¡Espere!

La pelirroja no se lo pensó dos veces antes de abrir la puerta encontrándose con el noble tumbado en un diván y una botella de whisky a su lado.

Buscando Tu PerdónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora