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El Descenso
Londres

Damien se sentó en una de las sillas del bar observando a varios caballeros apostar o beber sin mesura cuando un rostro familiar llamó su atención.

Lady Lucinda se encontraba conversando en una esquina con Alexander, aunque a diferencia de la última vez llevaba un antifaz que cubría su rostro. Seguramente era efectivo contra el resto, pero no hacía mucho por esconderla de él.

Aquellos ojos del color del mar eran difíciles de confundir.

Luego de algunos minutos la joven apartó su mirada de Alexander y se giró en su dirección. Al verlo Lucy esbozó una pequeña sonrisa y a paso resuelto se acercó al caballero como si andar por aquel bar fuera de lo más común para una jovencita de cuna.

Alexander la siguió y pronto los tuvo a los dos a su lado.

—No aprende la lección ¿verdad milady?

—Solo vine por unos minutos señor Bleiston.—explicó.—Tenía que devolverle su levita al señor Alexander.

Lucy había aprovechado que su familia acudió al compromiso de su hermano para escapar.

—¿Me podrías poner en contexto?—masculló Bleiston mirando a su subordinado.

—La última vez que milady vino al bar llegó sin un abrigo, así que decidí cederle mi levita.

—No sabía que fueras un hombre tan caballeroso.—arqueó una ceja.

—Mi señora siempre dice que hay que ser amables con las damas.—se defendió como un niño pequeño siendo regañado.

—No metas a Crystal en esto.

—Pero es verdad.

—Ambos sabemos a qué tipo de amabilidad se refiere.—Lucy frunció el ceño. No entendía aquella conversación tan extraña.—He de asumir que ha venido algunas veces por aquí milady.

—Fueron solo tres. La primera cuando nos encontramos...—sus mejillas adquirieron un delicado tono carmesí.—la segunda vine para agradecerle a la señorita Crystal por llevarme a casa y hoy para entregarle la levita al señor Alexander.

—¿Habló con mi compañera?

Lucy negó.

—No pude encontrarla.

—Pero me encontró a mí.—replicó Alex divertido.

—Parece ser que es buena haciendo amigos ¿no milady?—Damien no pudo disimular la ironía en su voz.

Lucy asintió haciendo caso omiso de su tono de reproche.

—También conocí al señor Connor y al señor Francis.—respondió con sencillez.

—Y se puede saber porqué los llama por su nombre.

—Ellos me pidieron que lo hiciera.—objetó sin entender porqué aquel caballero la miraba como si hubiese cometido un crímen.

—Creo jefe que a usted es al único al que lo llama por su apellido.—se burló Alexander.

Damien lo fulminó con la mirada haciéndolo callar.

—Eso significa que si yo le pido que me llame por mi nombre ¿lo haría?

—Yo...—Lucy trató, pero sus labios se rehusaron a obedecer. No sabía porqué lo sentía demasiado íntimo.

—¿Lo ve?...No haga cosas que pueden traerle problemas, este lugar no es para damas.

—Lo se.—agachó la mirada un tanto confundida. Nunca esperó que al señor Bleiston le importara su seguridad—será mejor que me vaya.—se excusó derepente y sin decir más abandonó el bar.

Buscando Tu PerdónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora