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Londres
Residencia de los duques de York

La duquesa revisó por tercera vez el atuendo de su hija asegurándose que todo estuviese en orden. En unos minutos llegaría Lord Glamorgan y quería que su pequeña luciera impecable.

—Madre mi belleza no va a aumentar por mucho que me observes.—advirtió la joven.

—Tonterías Susan eres muy bonita, estoy segura que Lord Glamorgan no podrá apartarse de tí en todo el recorrido.—acomodo uno de sus mechones detrás de la oreja.—Por cierto aún no me haz dicho cuál fue el veredicto de tu tío.

—Léelo por ti misma.—Susan le extendió la carta que había llegado esa mañana.

—¿Eso es un no?—preguntó la duquesa con incredulidad.

—Es un tal vez, madre.

La mujer hizo una mueca.

—Lord Glamorgan es un buen partido. Conozco al joven desde hace años y...

—¡Hermanita!—la voz chillona de la condesa de Onslow hizo acto de presencia.—Espero que disfrutes mucho de tu paseo...—se acercó más a ella.—...y una vez que se queden solos finge que te desmayas para que él te abrace y luego lo besas.

—Esta bien Evangeline.—le siguió el juego para evitar sus reclamos.

Había tenido cuatro reuniones previas con el conde antes de anunciar su compromiso y en todos esos encuentros él no le había insinuado probar ese tipo de contacto, pero quizás hoy...

Se mordió el labio pensativa.

—Esa es mi hermana mayor.—festejó la condesa.—Alguna vez te he dicho lo orgullosa que me siento de tenerte.

—¡Evangeline deja de meterle cosas extrañas en la cabeza a tu hermana!

—Pero madre solo intento ayudar.

—Deberías volver a tu residencia junto con tu esposo.—replicó la duquesa molesta.

—Desde que me casé pareciera que nadie me quiere en esta casa.—se quejó de manera teatral. A Evangeline le encantaba llevarle la contraria a su madre.

—¿Qué ocurre?—el duque entró en la habitación con cara de pocos amigos. Había tenido una larga reunión en el parlamento.

—¡Padre!—Evangeline corrió hacia él con un gesto desesperanzador. El ceño del duque se frunció al ver el rostro acongojado de la más pequeña de sus hijos.—Madre me está echando.

—Antonette.—advirtió el duque con su vista clavada en su mujer, pero la duquesa se mantuvo firme en su postura.

Susan reprimió una sonrisa, su familia era muy agradable excepto por...

—Parece ser que todos se están divirtiendo.—la voz del heredero del ducado hizo que un incómodo silencio reinará la estancia.

—Sí hasta que llegaste.—soltó Evangeline mirando con desdén a Duncan.

Nunca se habían llevado bien por los múltiples escándalos que rondaban al marqués. Susan creía que a pesar de su edad, su hermano no dejaba de comportarse como un jovencito mimado que hacía lo que se le daba la gana.

—No seas grosera y discúlpate con tu hermano.—el tono de la duquesa se volvió ácido. Antonette no podía disimular que Duncan era su preferido por mucho que lo intentará.

—¿Qué?—Evangeline la miró perpleja. Ella no era de las que se retractaba tan fácilmente.

—No necesitas hacerlo, solo vuelve a casa.—replicó a su vez York ganándose una mirada fulminante de su madre. Duncan siempre había sido el principal motivo por el que sus progenitores peleaban.

Buscando Tu PerdónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora