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Cementerio
Londres

Marcus caminaba entre las tumbas buscando el mausoleo de los condes de Dorset hasta que finalmente lo encontró.

El lugar tenía un aura tranquila y apasible como la del resto de mausoleos, sin embargo la tumba de Lady Paige gozaba de un encanto particular. Era el único sitio en todo el cementerio donde crecían flores de diversos tipos. Amapolas, rosas, azulejos, claveles, margaritas, azucenas parecían haberse puesto de acuerdo para florecer junto a la tumba de la joven.

La confabulación de las flores, sin embargo, no era lo único extraño si tomamos en cuenta que el lugar se encontraba en perfecto estado como si Lady Paige hubiese muerto hace unos días y no hace años.

En comparación las tumbas de los condes de Dorset no corrían con la misma suerte. De hecho parecían estar punto de resquebrajarse por su poco o nulo mantenimiento. Pero ¿por qué?

No tenía sentido que un lacayo arreglará solo una parte del mausoleo y dejara el resto a su suerte.

¿Qué pasaba si algún día los marqueses decidían visitar las tumbas? ¿Acaso eso no sería un motivo de despido?

—Dorset.—Marcus recordó la dolorosa muerte del conde mientras limpiaba la lápida repleta de polvo.
Él no había tratado mucho con ellos por su trabajo. El ejército le demandaba un gran esfuerzo físico y mental, así que rara vez asistía a las veladas cuando regresaba a Londres.

Sus amigos también eran escasos: Amelia y Louis. Los dos tenían personalidades fuertes y eran perseverantes a la hora de luchar por sus ideas.

Stephan por su parte siempre fue su antítesis, ambos tenían concepciones tan distintas sobre el mundo y la vida que le sorprendía que pudiesen congeniar. Lo único que compartían era su irrefatible gusto por la filosofía y su pasado en el ejército.

Con el resto de nobles mantenía una relación amena, pero no se interesaba en sus vidas. Ser el hijo de un duque, llevar el apellido Crawing y comandar un batallón completo de infantería ya era suficiente peso sobre sus hombros. No quería más.

Marcus acabó de limpiar la tumba del conde y se dirigió a la de la condesa. Leyó las fechas de sus decesos con asombro. Las muertes habían sido bastante cercanas entre sí con apenas unos meses de diferencia. Todas se registraron en 1805.

—Es el mismo año en el que los Marqueses se casaron.—compuso una voz a sus espaldas. El lacayo de Grafton lo observaba fijamente.

—¿Tan pronto?—preguntó extrañado.—El arzobispo no consentiría una boda sin un año de luto por lo menos. Además ¿quién quería casarse en esas condiciones?...Lady Bernadeth acababa de perder a toda su familia.

—Pues al parecer se casaron en una boda apresurada Gretna Green en contra de los deseos de la marquesa viuda de Somerset.

—Ya veo.—negó con la cabeza.—Eso tiene sentido conociendo a Lady Elena.

Marcus recordó a la delgada mujer que solía colaborar con donaciones para el orfanato y acudía sin falta a los servicios eclesiales de los domingos. Su voz era rasposa y su mirada un profundo lago de lágrimas dentro del azulado de sus ojos.

El aura melancólica que la rodeaba la hacía lucir frágil y pequeña. No hablaba mucho, tampoco sonreía, solo tomaba un rincón de la capilla para encogerse en su sitio. Estaba viva, pero parecía haber perdido las ganas de vivir desde hace mucho.

—Hay algo más...—masculló el lacayo.

—¿Qué ocurre?

—Reverendo Crawing, usted me pidió que le mantuviera informado de cualquier novedad ¿verdad?

Buscando Tu PerdónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora