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Nota: La parte +18 termina en los ***

Lucy obedeció saliendo de la cama teniendo cuidado de no tropezarse. El diminuto rayo de luz lunar que entraba por la ventana no era suficiente para iluminar la estancia.

—Ven aquí.—la voz de su compañero de cuarto la fue guiando. Sonaba grave y rasposa.

—Te tengo.—sonrió divertida cuando sus pecho rozó el suyo. Él no compartió su diversión, estaba tan tenso que por un momento pensó que la echaría.

—Girate.—la instó en su lugar.

Lucy ignoró la orden y observó sus manos a cada lado de su cuerpo anhelando que la tocará, pero él no se movió un centímetro.

—¿Por?

—Girate.—la demanda se volvió más severa y ella no tuvo otra opción que obedecer.

Como médico Damien había visto cientos de cuerpos desnudos de hombres y mujeres, pero nada lo preparó para la pequeña aparición que tenía frente a él.

Su largo cabello era tan negro como la obsidiana y le llegaba un poco más abajo de la cintura, justo dónde descansaba su sexo. La tersa piel blanca se veía suave y cremosa a la altura de los senos, unos montículos de buen tamaño que clamaban por un poco de atención.

Tomó aire con fuerza. No le gustaba el rumbo que estaban tomando sus pensamientos.

Ella está bajo el efecto de un afrodisíaco, se recordó tratando de recuperar el control.

—Escucha bien mis instrucciones y haz lo que te diga.—susurró en su oído aspirando su olor.

No iba a tocarla, no podía hacerlo.

La caprichosa luna brillaba con más fuerza llenando de luz la habitación. Lo suficiente, para que Lucy pudiera apreciar su cuerpo desnudo a través del espejo de cuerpo entero.

—Lucinda.—la vibración de su voz junto a su cuello hizo que se estremeciera.—¿Cómo te sientes?

Lucy no sabía cómo describir algo que no entendía. Ninguna palabra sonaba adecuada para una mente lógica como la suya. La dama era una mujer de datos y evidencias empíricas, pero nada de lo que hacía o decía esta noche tenía mucho sentido.

—Yo...—se removió un poco buscando apoyar su espalda contra su cuerpo, pero él no se lo permitió. Sus manos atraparon sus caderas y la mantuvieron en su lugar. Cerca, pero sin tocarse. Era una tortura.

—Haz lo que te diga.—El leve roce de sus manos sobre su piel despareció y ella se sintió vacía. Bleiston le sostuvo la mirada a traves del espejo antes de hacer la pregunta de rigor.—¿Deseas que te toque?—ella asintió con firmeza.—Muestrame dónde.

Como si careciera de voluntad su mano fue bajando por su cuello hasta llegar a la altura de sus senos. Sus pezones se sentían como guijarros. Tensos y duros cuando sus dedos los rodearon.

Lucy buscó su mirada. Quería asegurarse de que entendiera la fuerza de su deseo. Sus intensos ojos verdes le aseguraron que así era.

—Hazlo.—Lucy luchó por esconder su vergüenza cuando escuchó su siguiente orden.  

Era extraño ver como sus propias manos acunaban sus pechos, acariciando en círculos para aliviar la dureza de sus pezones mientras él se limitaba a permanecer detrás de ella como una oscura sombra.

Memorizo cada variación de su mirada, cada movimiento de sus labios, el como su respiración se entrecortaba y se volvía más errática conforme ella exploraba las profundidades de su propio cuerpo. Descubrir que su placer era el placer de ambos le fascinó.

Buscando Tu PerdónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora