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Crystal junto con Damien fueron los primeros en descender de su carruaje antes que el resto los imitara. Aproximadamente 10 personas se habían reunido para contemplar el misterioso cuadro que provocó una reñida disputa.

Elliot salió a recibirlos y arqueó una ceja.

—Nunca pensé que necesitarías una docena de escoltas Elise.

La mujer apretó los dientes con rabia.

—Ellos vinieron por su cuenta. Nadie los invitó.

—¿Qué los trae por aquí, caballeros y damas?—preguntó Elliot dirigiéndose al resto.

—Curiosidad.—respondió de forma cínica Alicia.

—Queriamos ver su obra.—apoyó Caterina a su hermana.—No sabíamos que te gustaba pintar Elliot.

—Lastimosamente, es un pasatiempo que no disfrutó compartir, por lo que les recomendaría mantenerse lejos de mi trabajo.—miró a Crystal.—Sígueme.

La mujer se soltó del agarre de Damien y empezó a caminar detrás de Elliot hacia una pequeña construcción unos metros alejada de la residencia que servía como estudio para el caballero. El lugar estaba repleto de lienzos cubiertos por telas que ocultaban su contenido de los ojos curiosos de sus visitantes.

La estancia por dentro era más amplia de lo que aparentaba por fuera y dos agentes sujetaban el cuadro de su interés. Uno de ellos le dirigió una cálida sonrisa cuando sus ojos se encontraron. Crystal decidió ignorarlo mientras iba en busca del retrato que David había encargado para ella en su cumpleaños número 17.

Los Murgot y sus familias observaron el cuadro anonadados. Era un retrato de Crystal, pero no se parecía a la dama que ellos conocían.

Lucía bastante similar en el aspecto físico, excepto por algunos matices...Su sonrisa no estaba cargada de su usual picardía, sino de dulzura, su mirada se confundía con la pureza del cielo y su cuerpo, cubierto con un angelical vestido floreado, no mostraba sus atractivas curvas. Era ella, pero más inocente y delicada.

—Francis llévalo al carruaje.

—Sí, señora.—el caballero tomó el retrato entre sus manos antes de que una voz infantil lo detuviera en seco.

—¿Papá qué es?

Andrew Seymour había aprovechado que los adultos observaban distraídos el retrato de Crystal para quitar una de las telas de los cuadros.

Las damas y caballeros abrieron los ojos de par en par al ver lo que el niño observaba. La visión del inocente retrato fue reemplazada por la desnuda figura de una mujer.

Una dama de largo cabello negro, piel besada por el sol y profundos labios rojos yacía recostada boca abajo en una cama. La sábana se enredaba entre sus muslos dejando a la vista su culo redondeado y la delgada cicatriz que marcaba la piel de su espalda. Sus oscuros ojos cubiertos por largas pestañas se encontraban semi abiertos y su boca carmesí se curvaba en una seductora sonrisa.

Tardaron unos segundos en determinar su identidad y cuando lo hicieron sus semblantes perdieron color. En ese momento fue imposible no imaginar a Crystal y a Elliot en una situación comprometedora.

¿De qué otra manera el caballero pudo pintar la desnudez de la dama?

Damien y su compañera fueron los únicos que mantuvieron una fría calma mientras analizaban la humillante pintura.

—¿Papá qué es?—insistió el niño y Allan se vió en la necesidad de sacarlo del lugar.

—¡Maldito enfermo!—Connor le gritó a Elliot e intentó ir tras él, pero Damien lo detuvo atrapándolo del brazo.

Buscando Tu PerdónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora