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Disclaimer: El siguiente capítulo contiene en uno de sus apartados una narración de un abuso, se recomienda discreción.

Londres
Castillo de Windsor

Elliot se presentó ante su majestad y escuchó en silencio todo lo que tenía que decir sobre un conflicto extranjero que parecía preocupar de sobremanera a Inglaterra.

No opinó nada al respecto. Se limitó a escuchar al duque de Rivintong, Jonathan Lancaster, a Lord James Lancaster, al resto de generales y al primer ministro, quienes debatían la necesidad de interferir o no en una guerra.

El agente sabía el coste humano que implicaría pelear en un terreno desconocido y con hombres inexpertos, pero eso no parecía importarles.

Afortunadamente la reunión duro solo dos horas y en cuanto pudo abandonó el sitio. No fue tan cortéz para despedirse de cada uno, así que aprovecho que obtuvo su atención por unos segundos para inclinarse en reverencia y salir del lugar.

Caminó por el pasillo intentando llegar hacia la salida, pero un suave sollozo hizo que se detuviera. Dentro de una de las numerosas habitaciones del palacio una jovencita lloraba acurrucada contra uno de los sillones.

Elliot quiso fingir que no la escuchaba y seguir con su camino, pero su llanto era tan molesto que terminó entrando a la habitación. La dama alzó la cabeza al escuchar sus pasos y sus ojos irritados encontraron los suyos.

—Una futura reina no debería desmoronarse tan fácilmente.—musitó entregándole su pañuelo.

Victoria lo envolvió entre sus finos dedos y empezó a secar sus mejillas.

—¿Reina? ¿Cómo si fuera posible? Madre dice que no estoy lista y el señor Conroy afirma que me comportó como una vulgar campesina.

—¿Qué saben ellos de gobernar?—Elliot frunció el ceño.—Con todo respeto su alteza ni su madre, ni el señor Conroy asumirán el reinado y cuando eso suceda tendrán que postrarse ante usted. Eso les asusta.

—¿Por qué?

—Porque creen tener más poder del que en realidad tienen.

La joven agachó la cabeza.

—En el fondo pienso que mi tío tampoco está muy feliz con todo esto.—apartó la mirada de él.

—Nadie es feliz cuando pierde el poder, pero...—su voz se suavizó.—... puede demostrarles que están equivocados. Conviértase en una reina que se preocupe más por su pueblo que por sus propios intereses y el mundo nunca la olvidará.

—¿Cómo podría hacerlo sino puedo salir de estas cuatro paredes?—apretó los dientes.—Al menos que tú...—la princesa achicó los ojos en su dirección.—Tú puedes enseñarme el mundo.

—¿Cómo?

—Te he visto antes, semanalmente te reúnes con su majestad para entregarle tus reportes.—explicó.—Mis clases son exhaustivas y rara vez me dejan sola, pero puedo conseguir algo de tiempo...Quiero que me cuentes cómo vive mi pueblo de forma honesta, háblame de sus gustos y necesidades, enséñame a comprenderlos ¿Lo harás?

Elliot no supo qué decir, sus cuerdas vocales simplemente no emitían ningún sonido. Había visto a la futura reina un par de veces en público, siempre lucía estoica y lejana como una gobernante debía ser y no la chiquilla curiosa que tenía enfrente.

—¿Lo harás?—insistió Victoria a punto de perder los nervios. Lo había tratado como a uno de sus pajes, incluso llegó a tutearlo y temía haberlo ofendido.

—Lo haré.—contestó finalmente.

—Gracias.

Elliot hizo una reverencia abandonando la habitación en dirección a su carruaje cuando un recuerdo atenazó su mente. El jefe de Bow Street respiró con fuerza tratando de apartarlo, pero no pudo.

Buscando Tu PerdónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora