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Francia

El sonido de un disparo resonó por toda la habitación acallando las últimas palabras del hombre que hace escasos segundos respiraba.

Je te verrai en enfer

Había gritado con desesperación antes de que su cuerpo sin vida cayera al piso.

He de decir jefe que fue una de las mejores frases que he oído.—bromeó el hombre enjuto y de aspecto desgarbado a su lado. Bastián esbozó una mueca. Cada vez que su subordinado hablaba sentía cómo si un animal masticara y escupiera su idioma.

En definitiva el francés se oía horrible en la boca de un ruso.

—Guarda silencio, Beny—contestó limpiándose las manos de sangre en una jofaina.

Bastián Dubois, vizconde de Rosemont había terminado su trabajo por hoy y el saldo eran dos muertos y tres heridos.

—Mi señor...—un jovencito se acercó haciendo resonar sus zapatos en el suelo de piedra de la habitación subterránea.—...El barco ha llegado.

—Ya era hora.—masculló entregándole un par de monedas al muchacho antes de verlo marcharse.

—¿Quieres que vaya a buscarlas?—preguntó una voz al fondo de la estancia. Colin Lambert su mano derecha y buen amigo lo observaba de hito en hito mientras bebía una copa de vino.

—Le prometí a mi familia que lo haría yo mismo.

—¿Y desde cuándo haces lo que ellos quieren?

—Desde que es Elise nuestra invitada.

El hombre parpadeó un par de veces.

—¿Te refieres a esa Elise?—hizo señas con su mano imitando a una pistola.—¿La “amiga” de tu primo?

—Esa misma.

El hombre silbó divertido.

—Vaya...parece ser que las cosas se pondrán interesantes por aquí.

—Ni lo pienses, Colín.—advirtió Bastian.—Damien fue claro, no quiere que la metamos en nuestros asuntos.

Su acompañante soltó una risita.

—En cuanto aceptó ser una de nuestras protegidas se metió de cabeza en ello y lo sabes.—puntualizó con satisfacción.—La pregunta es porqué...Hace unos años los muy ingratos ni siquiera nos visitaron cuando vinieron a Francia.

Colín tenía razón, pero la misiva de su primo fue clara.

—La situación es diferente, Damien está metido en algo grande.—compuso acomodándose el abrigo que su sirviente le extendía.—Te daré los detalles en el carruaje si es que decides acompañarme.

Colín se puso de pie rápidamente.

—No me lo perdería por nada, después de todo aquí ya no hay mucho que hacer.—miró los dos cadáveres en el piso y con un gesto de desdén le indicó a Beny que limpiará todo a su regreso.—Vamos.

Abandonaron la pequeña residencia que servía como sede principal de su organización y tomaron el carruaje que los conduciría al puerto. En medio del trayecto Bastián le comentó la pelea de Damien y la confrontación directa de Elise con un conde. Ninguna de las dos noticias le sorprendió en lo más mínimo.

—¿Así que ella no viene sola?

Rosemont negó.

—Tiene dos acompañantes.

—¿Y dónde piensas tenerlos? ¿Acaso les permitirás quedarse en nuestra organización?

—Estarán más seguros en la casa de mis padres, Colín.—replicó no muy seguro. Su familia era un tanto peculiar.

Buscando Tu PerdónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora