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Un hombre puede hacer lo que desee
Pero no puede elegir lo que desea
Arthur Schopenhauer

Crystal escuchó como la puerta se abría y miró a David. El joven tenía una expresión sombría.

—Debe haber otra forma...

—¿Qué?

—Debe haber otra forma de tenderle una trampa al asesino de Vanessa.

—No sé de qué hablas.

—Todo este plan solo es una distracción y usted lo sabe.

—¿De qué estás hablando?

—Ambos sabemos cuál es su verdadero objetivo y ese no es Glamorgan.—la confrontó con determinación.—Si en realidad lo único que sintiera fuera odio por ese hombre aceptaría la oferta de Raphael, pero no solo la rechazo sino que ha impedido que Connor o cualquiera del resto lo lastime.

Crystal soltó una pequeña carcajada tratando de mantenerse relajada.

—Has pasado unos meses a mi lado y piensas que me conoces.

—No fueron meses, he estado años observándola, mi señora.

—Una patética forma de perder el tiempo...

—No para mí.—David alzó la voz. Era la primera vez que lo veía molesto.

—Por supuesto que lo es...¿Qué se supone que planeabas encontrar?

—Justo lo que encontré.

—¿Y eso fue?

—Su fuerte vínculo con su gente. Usted daría la vida por cualquiera de ellos sin dudarlo y ellos harían exactamente lo mismo por usted. Nunca había visto esa clase de lealtad antes.

—Pues te falta mucho por aprender David.—clavó su mirada en él.—aunque si has estado observándonos tan bien como afirmas, te habrás dado cuenta que esta organización ha sido acediada durante años por muchos enemigos...Que Vanessa no es la primera a la que he tenido que enterrar y que definitivamente no será la última. Mientras continúe peleando una guerra contra un hombre que se esconde entre las sombras seguiré perdiendo a mi gente. Por eso tengo que hacerlo salir a como de lugar, así que no me pidas que retroceda cuando estoy tan cerca de mi objetivo porque no lo haré.

—Mi señora...—Había tanto dolor en cada una de sus palabras que a David le revolvió el estómago. Su mente se quedó en blanco, nada de lo que dijera parecía suficiente.

Por primera vez se sintió como un idiota al creer que solo por estar a su lado podía llegar a comprenderla.

—Elise.—Margareth entró en el despacho mirando de reojo al joven.—Hija...

Ambas se pusieron a hablar en un idioma que David no entendía y que suponía se trataba de alguna lengua gitana.

—¿Estás segura?

—Solo termina lo que iniciaste madre y saca al chico de aquí.

Miró a David por unos segundos. 

—Te vas a enfrentar con personas muy poderosas cariño, a los que no les gusta que les restrieguen sus errores.

—Lo sé muy bien.

—Bernadeth Murgot es peligrosa, tienes que tener cuidado.—añadió con cautela.

—Tranquila, la tengo bajo control.

Margareth no pudo ocultar su sorpresa.

—¿Cómo?

Buscando Tu PerdónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora