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Finalmente, el momento para ir a Occidente había llegado, la felicidad y emoción que tenía Heinrey era demasiado grande, aunque también estaba siendo un poco triste por el hecho de estarse alejando de la Emperatriz que lo había cautivado.

En cambio, para Amira todo se trataba de un revoltijo de emociones, estaba feliz por conocer a Walton, su hermano mayor, pero también estaba muy nerviosa y preocupada por no ser del agrado de las personas de aquel reino.

El viaje estaba siendo demasiado tormentoso para la joven princesa, pues sentía como si en su estómago hubiera una lucha constante provocando que sus ganas de expulsar lo consumido horas atrás volviesen a salir.

— ¿Te encuentras bien? — preguntó el príncipe con la preocupación plasmada en su rostro.

La rubia se negó a responder con su voz, pues sentía que si habría su boca no podría evitar que todo saliese, aunque tampoco quería preocupar más a su hermano, la emoción que él mayor estaba sintiendo era algo que ella había visto desde que salieron, y no era capaz de convertir aquella felicidad en preocupación.

— Estoy bien… — inhaló — creo que me hizo un poco mal todo lo que comí antes de salir — respondió para después apretar sus labios y llevar su mano a su rostro para tapar su boca y nariz.

— Nos detendremos — informó, pero la mano libre de su hermana se lo evitó.

Sus ojos estaban cerrados, como si estuviera concentrada en algo, no sabía porque esas ganas de vomitar habían llegado a ella, pero habían probabilidades de que eran los enormes nervios que tenía lo que causaban su malestar.

“Sin contar que comí demasiado antes de partir” pensó la menor para después suspirar.

— Ya está pasando — avisó dedicándole una sonrisa que hizo que la preocupación de Heinrey disminuyera levemente.

— Si te sigues sintiendo mal nos detendremos en el pueblo más cercano para que seas atendida con urgencia — declaró.

El príncipe cumplía con lo que decía, y si su adorada hermana seguía con malestares le mandaría una carta a Walton para que enviase al mejor médico del reino para que atendieran a la menor, y si no llegaba él mismo movería mar y tierra para que fuera atendida.

— Como digas, Reina — por el comentario burlón de Amira el mayor pudo sentir de alguna manera lo mejor que ella estaba.

Pero seguía preocupado.

• • •

Todo el palacio del reino Occidental estaba siendo un caos, pues varios trabajadores corrían para poder culminar con sus trabajos para poder estar presentes cuando llegase el príncipe heredero.

Aunque también estaban interesados en el hecho de la renovación que se estaba haciendo a la habitación prohibida, habitación que solo estaba abierta para la familia real pues esta pertenecía a la princesa pérdida.

Aquella recámara era renovada cada cierto tiempo, pues siempre se tuvo la esperanza de que la dueña fuera encontrada, y para que al apenas llegar pudiera ser usada cambiaban todo para que fuera apto para su edad, pues de cunas ahora había una cama enorme, digna de una reina.

Ahora, la habitación estaba siendo limpiada y le estaban agregando cosas, todo bajo la supervisión del rey Walton III.

— Su majestad — una joven mujer de cabellos castaños se acercó al rey, el cual miraba con aprobación como había mejorado la recamara que años atrás solo lo hacía recordar lo mal hermano que creía haber sido.

— ¿Qué sucede, Christa? — le preguntó el hombre a su esposa.

— ¿Por qué adelantó el cambio de los muebles de la habitación prohibida? Yo pude ayudar, usted no se encuentra bien — la mirada mordaz que le dedicó su esposo la hizo bajar la cabeza con sumisión.

Lost princess » [Sovieshu]Where stories live. Discover now