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— ¿Eh?...Claro — aceptó la rubia mientras aceptaba el brazo del peliazul — ¿Hablamos en otro momento? — le preguntó a la Duquesa, esta asintió con una sonrisa.

Cuando ambos se alejaron de la mujer su sonrisa se borró.

"Vino del brazo del príncipe, y ahora su consejero se la lleva ¿Acaso sabrán? " Se preguntó preocupada.

La duquesa quería que Amira supiera todo, pero no quería que se lo dijeran tan de golpe, debía haber alguna manera en que la chica no quedara tan afectada.

"El Conde Philips debe decirle, es el único que sabe lo que en verdad ocurrió" suspiró, debía dejar ese tema por el momento, por lo cual decidió caminar hacia la emperatriz, quien en ese momento se encontraba sola.

Amira extrañamente se sentía cómoda a lado de McKenna, este estaba muy nervioso, Heinrey prácticamente lo había obligado a ir con Amira sin siquiera dejarle protestar o pensar.

— ¿Es el consejero del príncipe Heinrey? — preguntó Amira cuando ambos se detuvieron.

— Eh... Si — respondió, la rubia frunció el ceño, no le gustaba el silencio, cuando McKenna la vió se sorprendió.

"Sus gestos..." Rápidamente negó, de rehusaba a creer en que ella fuera su prima, y no es que no le agradara, es que no quería ilusionarse.

— Su majestad, el príncipe Heinrey, me contó sobre usted, y quise conocerla — se excusó, la rubia se sorprendió y sonrió.

— No esperé que el príncipe hablara de mi — confesó — ¿Que quiere saber?

Cuando preguntó aquello se desató una gran charla, que era vista por Heinrey, quien miraba con una sonrisa aquello, tenía la fuerte ilusión de que Amira fuera su hermana.

Y es que habían muchas cosas que lo hacían pensar, una de ellas era el nombre, si bien el único que sabía que se llamaría así era su padre, este se lo contó a su fiel consejero, quien extrañamente desapareció dejando una sola nota.

"La princesa está a salvo, la salvé"

El Rey se había puesto feliz de ello, confiaba en el hombre, pero jamás se volvió a saber de él, ni de la princesa, la Reina murió poco antes de que el Rey lo hiciera, pero ambos tenían el dolor de no haber visto a su hija.

Cuando Heinrey se despidió de su padre, este le confesó el nombre que pensaba ponerle a la niña, y que por favor la encontrara.

Cuando Walton III ascendió al trono, el consejero de su padre mandó una carta, donde informaba que no había aparecido porque buscaba a la responsable del ataque que se había efectuado veinte años atrás, pero que la princesa estaba a salvo con una familia de Oriente, por ello Heinrey estaba allí, bueno, esa era una de las razones por las que estaba allí.

Cuando el príncipe vio por primera vez a Amira, se impresionó, aún cuando estaba inconsciente y en los brazos del emperador, su belleza era increíble, pero también el parecido a la abuela del actual Rey de Occidente, después de ello, se acercó para ver cómo era su actitud, no esperó que lo persiguiera, pero fue una ventaja, para su desgracia fueron interrumpidos por la dama de la rubia.

Después de eso fue a hablar con McKenna y aunque el peliazul le decía que no se ilusionara, no pudo evitar hacerlo, durante veinte años estuvo con la esperanza de conocer a su hermana, la hermana que esperó conocer desde que sus padres le dijeron que vendría al mundo.

Escuché que dijo que la emperatriz le dio un regalo... — escuchó Amira, miró hacia atrás y vio a unas damas que cuchicheaban.

— Lord McKenna ¿Es muy normal tener amantes en la nobleza? — le preguntó Amira — mi padre jamás tuvo una, y mucho menos mi madre, ambos se querían mucho — le contó.

Lost princess » [Sovieshu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora