CAPÍTULO 59

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ATANDO CABOS.

Pandora

¿Recuerdas las escenas que ponen en series y películas sobre un sueño que tiene el personaje en el que aparece un túnel oscuro con la luz al final y corre hacia la luz como metáfora de su salvación o la muerte?

Pues yo estoy viviendo algo parecido ahora mismo, solo que no es un sueño, por desgracia.

Estoy al final de ese túnel, casi rozando esa famosa luz blanca, pero no la siento así. el blanco simboliza la salvación y yo estoy lejos de eso. Es una luz gris, casi negra, no muy diferente del resto del túnel.

Así de negro es mi futuro. No hay salvación con Claus, solo ruina y amargura.

El peso de mis decisiones me golpea más que nunca sabiendo que en dos semanas se pone el punto final a un año de víctimas y mensajes ocultos. El fin a un plan planeado y madurado durante casi tres años.

Ahora es cuando mis decisiones sí tendrán consecuencias. Pero no pienso con claridad, una nube negra se cierne en mi mente, no dejándome ver con claridad.

Siempre que pasa esto acudo a la persona que mejor me puede guiar... Mi abuelo, la única persona que me ha criado y me ha hecho ser quién soy.

Lo encuentro en la mansión sentado frente a la chimenea. Es junio, pero él siempre debe tener el fuego encendido, da igual la temperatura que haya, y hoy no sería una excepción. Él dice que escuchar las chispas y ver cómo estas se desvanecen y revolotean alrededor de las llamas le sirve para organizar sus pensamientos.

—No sé qué hacer, abuelo —le miro angustiada sentándome a los pies de su sillón frente a la chimenea. Tiene un sillón que es su sillón, de nadie más.

—¿Es por el mensaje final? —asiento mientras me limpio la lágrima que me delata.

—El deber y el querer libran una batalla en mi cabeza que no me deja respirar.

Me coge de la mano como gesto de comprensión.

—¿Qué es lo que dice tu cabeza?

—¿La parte oscura o la parte consciente? —levanta una ceja como advertencia de seriedad—. Me dice que siga, que acabe lo empezado sin mirar atrás.

—¿Y tu corazón? —pregunta poniendo su dedo índice en el centro de mi pecho.

—Él me dice que sea feliz y que disfrute de una de las pocas cosas buenas que la vida me ha dado en estos últimos meses.

Él comprende mi conflicto, sabe lo que mis palabras significan e incluso llega a sentir mi dolor.

—Te enfrentas a la peor de tus batallas, pequeña. La decisión entre el mundo o tú, tu felicidad o el bien común. Sé cómo te sientes, sé lo duro que es y sé lo mucho que has luchado para merecer lo que tienes, pero tampoco me puedo olvidar de todo lo que has trabajado y arriesgado. La balanza está muy equilibrada y siento decir que no sé cómo ayudarte a decidir.

—Ya ayudas escuchándome —me levanto para dejarle un beso en la mejilla.

—Ata los cabos que aún tengas sueltos. A lo mejor hacer eso te ayuda a decidirte.

Asiento mordiéndome el labio inferior.

—Gracias, abueno.

—A ti, mi pequeño sol.

Lo dejo disfrutando de las llamas chispeantes mientras yo pienso en los cabos que tengo que atar de camino al hospital a ver a Val.

Ya no está en la unidad de cuidados intensivos, la subieron a planta hace dos días y se va recuperando poco a poco del disparo. Paso las noches completas y los ratos libres con ella, aunque se las apañen para que no vaya al hospital. Es mi hija, por supuesto que no me despegaré de ella.

PANDORA © (Sombras #1)Where stories live. Discover now