CAPÍTULO 57

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CASTILLO DE NAIPES.

Chiara

Un castillo de naipes. Parece un entretenimiento tan simple que se subestima todo lo que puede significar y la técnica que hay en su construcción.

Son tan hermosos y poderosos, pero tan frágiles, endebles y vulnerables si lo desestabilizas.

Para construir un castillo de naipes necesitas paciencia, estrategia, pulso y suerte, porque una carta mal puesta, y todo tu trabajo se va a la mierda.

Un mal movimiento..., o un estímulo desafortunado en el momento perfecto.

Es como el ajedrez, donde la gente piensa que el rey es la pieza más poderosa y, en realidad, es la reina. Cae la reina y la partida acaba.

«Pronto caerá su reina y yo me coronaré en su lugar». Le doy la razón a mi subconsciente, porque ya es un hecho de que la caída de la actual reina de las sombras es inminente. Solo se necesitaba una pequeña ráfaga de viento que derribase el castillo de naipes que había construido durante estos años.

Años en los que he trabajo desde la oscuridad, oculta a todo el mundo, pero expuesta a su vez a las sombras, teniendo siempre varios ases bajo la manga.

Puede que ahora sea una súbdita, pero eso está pronto por cambiar. Pronto tendré una corona sobre mi cabeza y nadie podrá quitármela.

Solo he necesitado actuar con sigilo, moviendo mis peones en el momento indicado, atacando a la reina directamente y ejerciendo la brisa precisa para hacer caer la muralla que protege su valioso castillo.

Te estoy llevando al acantilado para empujarte y dejarte caer al vacío, Eris o Pandora, según cómo quieras llamarte. Estoy tramando tu caída, y joder, no sabes lo que me estoy disfrutando atacar donde más te duele.

Ojo por ojo. Tu amor por mi obsesión.

Una turbulencia hace caer el castillo que estaba construyendo mientras pienso en ella. Una señal muy oportuna que me saca una sonrisa sombría, saliendo de mi cara de póker habitual.

Claus está en el asiento de la ventana contraria a donde estoy sentada yo, concentrado en una partida de ajedrez contra él mismo. Por supuesto, el usa las piezas negras, dejando las blancas para sus oponentes o como representación de sus objetivos, salvo la reina, que es roja.

Desde que inició las muertes y los mensajes, se ha obsesionado con el ajedrez, mucho más de lo que ya estaba cuando jugábamos partidas infinitas en La Academia. Es su forma de pensar, de calcular su próximo movimiento en función de los resultados que obtendrá antes de hacer la jugada.

Esa aura retorcida es la que me atrae con más intensidad que el día anterior. Me enamoré y sigo enamorada de su mente retorcida adornada por un cuerpo escultural. Fui de las primeras en ver su oscura alma, fui de las primeras en amoldarme a él, a lo que necesita en su vida.

Pasé años preparándome para ser su complemento como para que ahora venga una espía y me robe aquello por lo que llevo años luchando.

Claus es mío y de nadie más.

Me siento en el asiento que queda frente a él, tomando las piezas blancas para terminar la partida. Ni se inmuta ni me mira cuando cojo un peón y lo hago avanzar en el tablero.

Tampoco se inmuta cuando se escucha como el cadáver que hemos matado esta mañana se mueve en la bodega. No le importa en absoluto ese peón si tiene su tablero y sus infinitas posibilidades de estrategias frente a él.

Derriba a mi torre sin yo preverlo mientras bebe de su vaso con licor. Odio quedar en evidencia, más que nada porque llevo jugando al ajedrez desde que tengo memoria. Pero claro, ¿cómo ganar frente al rey de las sombras? No recuerdo haberle ganado nunca a una partida. Siempre se adelanta a mis jugadas.

—Jaque mate —susurra con aspereza y esa voz ronca—. Ya sabes lo que tienes que hacer al respecto.

Por supuesto que lo sé, yo misma puse esa norma. Por cada partida que pierda, es una mamada o un polvo, según la situación. Es un acuerdo ganar-ganar, porque siempre pierdo el juego, pero gano orgasmos, y él es una doble victoria.

Hoy creo que es una mamada.

Se levanta de su asiento para cambiarse al sofá que hay detrás de él para estar más cómodo mientras cumplo el trato. Me arrodillo frente a él sabiendo lo que le gusta la sensación de superioridad y poder que eso le brinda.

Me agarra del pelo cuando me la meto a la boca, profundizando más el movimiento hasta el punto de sentir una arcada. A Claus le gusta así, duro, bruto y dominante.

No me deja controlar el ritmo, aunque yo tampoco me quejo y dejo que me folle la boca como a él le gusta.

Se tensa cuando se viene, derramándose en mi boca con brutalidad. No hace falta que articule palabra, sus ojos clavados en mi boca es la orden silenciosa de que trague.

—El avión aterrizará en diez minutos en Londres. Te quedarás aquí mientras yo preparo la última víctima —espeta mientras se sube la bragueta.

Yo no sabía de este cambio de planes.

—¿No se suponía que te iba a acompañar?

—He cambiado de opinión.

Iba a protestar, pero esa mirada inyectada en veneno me hace callar, aunque en realidad lo agradezco, porque en silencio se idean los mejores movimientos.

Tal como ha dicho, en diez minutos estoy bajando las escaleras del avión privado hacia un todoterreno negro en el aeropuerto de Stansted, el más cercano a Cambridge. Aviso al conductor de que cambie de dirección y vaya a una dirección diferente a la casa de Claus.

—Ya voy de camino —siseo cuando llamo a la persona que veré en un rato.

Estoy usando uno de esos ases que tengo guardados bajo la manga, porque en un plan de conquista y destrucción, una buena estratega debe tener diferentes planes y vías de escape.

—Qué raro verte sin mi hijo.

Maxin Sideris me abre las puertas de su mansión cuando llego a su lado. Enrolla su mano arrugada en mi cintura, tocando más de lo que debería.

—Está obsesionado con ella lo suficiente para dejarme tirada en Londres.

—Pronto eso cambiará y entrará en razón, poniéndote a ti como reina y esposa.

—Pronto, Maxim —secundo sus palabras.

—Hasta entonces... —ataca mis labios con deseo acumulado.

No solo yo soy la única que sabe jugar a varias bandas.

No me podía resistir a poner justo su POV al final del libro, aunque admito que me da las mismas vibes que cuando narro desde Claus

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No me podía resistir a poner justo su POV al final del libro, aunque admito que me da las mismas vibes que cuando narro desde Claus. Es un cap muy corto, lo sé.

Nos leemos mañana con una nueva dosis, cada vez más cerca del final. Con amor, Lau.

PANDORA © (Sombras #1)Where stories live. Discover now