CAPÍTULO 29

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DILBAR.

Pandora

Miro por enésima vez el reloj, impacientándome cada vez que lo miro, porque debería estar cogiendo un vuelo con destino a las Maldivas ahora mismo, no haciendo el trabajo de campo que le tocaría a un soldado de mucho más bajo rango del que yo tengo.

Desde el ataque de pánico, parece que me han metido en una burbuja y puesto la etiqueta de "cuidado, es frágil", y solo los dioses saben como odio que me traten como algo vulnerable.

No es mi primer ataque, ni tampoco será el último, pero eso no me incapacita. Me han apartado de la acción, literalmente. No me dejan participar en nada que implique armas, chalecos antibalas y técnicas de combate. Me relegan a estar al otro lado, en el centro de control con la excusa de hacer las estrategias de los operativos.

Sí, soy estratega, pero también soy agente de élite y necesito tener acción y sentir la adrenalina de esas situaciones para así poder armar mis planes maestros y jugadas perfectas.

Presa de la desesperación, llamo a mi abuelo para quejarme.

—Que sea la última vez que me dejáis haciendo esto —suelto cuando lo escucho responder.

Venga, Pandora, no te quejes que esto te gusta hacerlo. Seguir y controlar personas era tu deporte favorito.

—Muy bien dicho, era, en pasado. Necesito acción y lo sabes. Llevo casi un mes sin dispara una puta flecha ni jugar con mis venenos, y ya sabes lo que eso despierta en mi...

Que me tengan retenida de este modo solo hace que mis instintos sombríos se despierten y me susurren dejarlos salir a la luz. Lo saben, pero deciden obviarlo porque piensan que puedo recaer.

Lo sé, pero que no intervinieras no fue mi decisión y lo sabes —por supuesto que lo sé, porque los que decidieron esto fueron Marco y Dante—. Siguen las instrucciones de tus médicos, así que as culpas a tus amigas, no a mí —me recrimina y yo ruedo los ojos—. ¿Cómo va la situación?

—Aburrida. Hace un rato se fue a una reunión a la cafetería al lado del hotel y estoy esperando que vuelva para intervenir. Tengo fotos de sus entradas y salidas.

—Bien. Intenta que nos de toda la información y así, mientras vosotros viajáis a la boda y os tomáis el fin de semana libre, el resto del equipo nos ocupamos de los operativos abiertos pendientes de tener la información que tiene ella.

—Sí, ya lo sé —justo al decir las palabras, sale de la cafetería, acompañada de un hombre que no iba anteriormente. Cojo la cámara sin colgar a mi abuelo y capturo las caras y los moviendo de ellos mientras cruzan la calle en dirección al hotel—. Acaba de salir, va a acompañada. Te dejo, que tengo que hacer el trabajo sucio.

Me coloco las gafas del sol, salgo del coche y cojo del asiento de atrás el maletín que le da credibilidad a mi tapadera, aunque en realidad, tal como voy vestida ahora mismo, es como me visto en realidad para ir a las empresas.

Avanzo simulando que hablo por teléfono mientras entro al hotel y los sigo hacia los ascensores. Espero a ver qué planta pulsan y, cuando lo hacen, tomo el ascensor contiguo para no llamar su atención.

Caminan entre risas por el pasillo y se adentran en una habitación a la derecha. Pongo un pie para que la puerta no se cierre y cruzo el umbral. Para mi sorpresa, no se están devorando la boca, si no que lo noquea y lo deja inconsciente en el suelo.

—Vaya, y yo que pensaba que te lo ibas a tirar y darme todo el morbo de veros follar —suelto con una mueca de decepción.

Me quito las gafas cuando la mujer me mira.

PANDORA © (Sombras #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora