CAPÍTULO 44

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A LA CAZA DE LAS BESTIAS.

Pandora

——LA LLEGADA——

Todos tenemos un demonio interior. Algunos días los puedes controlar, y otros días él te controla a ti. Siempre está hambriento, se alimenta de la lujuria y el deseo, y mientras tu descansas, el demonio nunca duerme. Te tienta a traspasar todas las líneas que has trazado, todo mientras te persigue, te atormenta, te deja incapaz de distinguir un amigo de un enemigo y cuando haya convertido a tus seres queridos en tus enemigos, el demonio te habrá consumido por completo.

¿Amigo o enemigo? Esa era la pregunta que siempre predominaba en mis pensamientos cada vez que me cruzaba con alguien en los pasillos de aquel lugar. Hoy, casi cuatro años después, vuelvo a hacerme esa misma pregunta, con la diferencia de que ya no son caras desconocidas, sino rostros perfectamente memorizados y analizados.

¿Amigo o enemigo?

Nada más poner un pie en el portón de La Academia de Artes Oscuras, el aire que respiro se atora en mi garganta, volviéndose asfixiante. Se siente como cuando el héroe se adentra el la guarida del dragón de una historia de fantasía, que se ahoga con el humo y el hedor a azufre.

La Academia era el símil de la guarida del dragón. Un lugar tétrico, aterrador y misterioso en su esencia, porque por mucho que me moleste, en lo más profundo de mi ser, siempre sentí algo parecido a la curiosidad cuando paseaba por sus pasillos en intentos de conocer cada rincón de este lugar.

Me abren la puerta como entrada triunfal. Debería de haberlo dicho en plural, pero no. Estamos interpretando un papel en el que yo soy una celebridad de las sombras, por así decirlo, y Dante es un miembro de mi equipo de seguridad que me acompaña.

Menos mal que barajé la posibilidad de que me acompañase y metí en la maleta objetos de caracterización, como los que usan en las películas, y camuflé su rostro para que no sea reconocido por Claus o cualquier persona que pueda llegar a conocerlo.

Mis tacones resuenan sobre el viejo suelo de piedra, y, como si fuera una prueba de bienvenida, siento el ruido de un objeto ser lanzado por los aires. Alzo el brazo justo en momento preciso que el objeto lo atrapo con mi mano, quedándose a escasos centímetros de mi cara. Por arco reflejo, mis pies giran sobre su eje, el brazo contrario se extiende y vuelvo a lanzar el objeto, que son unas tijeras de costura muy afiladas, en dirección de donde provenía, incrustándose en la cabeza de un ciervo disecado.

Todo el que se está alrededor se queda impresionado por mis reflejos y puntería, pues ha impactado entre ambos cuernos. Ventajas de ser una arquera experimentada.

—Niños —los reprendo poniendo los brazos en jara—. ¿Es que se os han olvidado las normas? Nada de lanzamiento de objetos punzantes y de arma blanca dentro de los pasillos. Solo en el campo de tiro. A clase antes de que avise a la directora —señalo uno de los pasillos que conducían al ala de clases.

Salen corriendo de allí, farfullando un "sí, señorita" temeroso. Pillo a Dante mirándome con la boca abierta, asombrado.

—Cierra la boca que te van a entrar moscas —murmuro suave para que solo él me escuche, ya que aquí hasta la tapicería tiene ojos y oídos.

—¡Eris!

—¡Querida! —Evelyn me abraza llamando mucho la atención.

—No me alegro de verte. No en estas circunstancias —me susurra al oído—. Y veo que te has traído al Adonis. Muy arriesgado, ¿no crees?

—Se coló en el tren y no me di cuenta hasta mitad del viaje. Yo lo habría encadenado para que no viniese. ¿Hicisteis lo que os pedí?

Asiente.

PANDORA © (Sombras #1)Where stories live. Discover now