CAPÍTULO 27

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PUNTO DE INFLEXIÓN.

Pandora

¿Sabes de esa sensación en la que todo te da vueltas, tu cabeza va a mil revoluciones y estas tan dentro de tus pensamientos que incluso tu piel se eriza? Pues así es como me siento ahora mismo.

Es como si estuviera anclada al suelo como una estatua, quieta e inmóvil, viendo como la gente va en cámara rápida o lenta al pasar por mi lado, sin ser consciente de la realidad.

Solo era capaz de escuchar mi respiración, el resto eran murmullos lejanos que no lograba escuchar.

Un montón de preguntas explotan en mi cabeza, creando una lluvia de pensamientos incoherentes, teorías, sospechas y sensaciones que pelean por unirse para hallar el hilo por el que empezar a tirar para encontrar las respuestas a esas preguntas. Y lo peor, es que aún no hallaba ese punto clave que daba sentido a toda la investigación.

Un golpe a mi hombro por una persona que iba a toda prisa me devuelve al ahora, al caos en la que se había convertido la sala de operaciones desde hace unas horas; desde que se había dado el aviso de un movimiento de mi verdugo.

Claus lo ha vuelto a hacer. La tercera víctima apareció ayer en el aeropuerto de El Cairo, la capital de Egipto.

No consigo explicar el por qué ha elegido ese destino, pues, hasta donde yo sabía, no le agradaban los países del continente africano, por malentendidos empresariales que tuvo la empresa de su padre.

«¿Por qué dejar la siguiente pista en un país que odias? ¿Qué quieres decirme, Claus?»

Me muerdo la parte interna del labio inferior a la vez que golpeo repetidamente el dedo índice en el la parte trasera del móvil, canalizando la inquietud e incertidumbre que sacude mi ser.

—¿Qué opinas, Fiore? —Dana me pregunta, posando su mano el mi hombro para llamar mi atención.

Me sobresalto por el gesto y la miro con el ceño fruncido y el semblante serio.

—¿Has escuchado algo de lo que hemos dicho? —se la escucha un tanto molesta.

De forma repentina, mi móvil no deja de vibrar por la llegada de mensajes entrantes.

—No —mi voz es gélida en indiferente. Mi respuesta crea malas caras, pero me da igual, porque ese detalle no es relevante y mi mente tiene mil cosas en las que concentrarse; una de ellas son todos los mensajes que llegan con urgencia—. Si me disculpáis, tengo que atender unos asuntos.

Salgo de esa sala que comenzaba a agobiarme y asfixiarme sin dar más explicaciones que esa vaga excusa, pero necesitaba salir de ese ambiente tenso.

Abro la primera puesta que se cruza en mi camino y veo que he acabado en uno de los tantos gimnasios que hay en la central. Este creo que es el de fuerza, por la gran variedad de pesas y barras.

Me siento en una banca que queda frente al espejo y miro mi reflejo, el cual empieza a no gustarme. Mi cuerpo se ve cansado, a pesar de haber un fin de semana de relajación, y mis ojos empiezan a perder vida, viéndose agotados y alerta.

Esta situación me esta comenzando a pasar factura.

Leer los mensajes no ayuda a mejorar el ambiente denso que se respira hoy, sino que me añaden más responsabilidades a la espalda y más quebraderos de cabeza de los que ya tengo. Suspiro pesadamente y resoplo sin fuerzas, intentando calmar la rabia que amenaza por empezar a correr por mis venas.

Llaman a la puerta y giro la cabeza al segundo para ver quién es. Marco asoma la cabeza, pidiendo con la mirada permiso para pasar. Relajo la postura y él lo interpresa como una invitación a entrar.

PANDORA © (Sombras #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora