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Lilith se había levantado emocionada esa mañana. No sabía muy bien a dónde la llevaría el rubio, así que escogió ponerse algo como.
Un pantalón de mezclilla y una playera corta de color azul celeste. Cuando bajo noto que Bella estaba fuera lavando su camioneta, no le puso mucha atención antes de prepararse un poco de café.
Lo tomo con calma. El sonido de un auto estacionándose casi la hizo tirar la taza.
—Lilith, hay alguien buscándote—llamo Charlie.
Lilith dejo la taza en la mesa y practícame, corrió a la puerta donde William y Charlie hablaban animadamente.
—Estará en casa antes de las ocho —prometió el rubio.
—Más vale —dijo Charlie mirando de reojo a Lilith.
A rubia mordió su labio, se le había olvidado avisarle a su padre que saldría.
—Adiós, Papi—dijo Lilith dejando un beso en la mejilla del hombre.
Le dio una sonrisa a William y lo tomó de la mano arrastrándolo fuera de la vista de Charlie. El rubio río bajo y Lilith le dio un golpe juguetón en el hombro.
—¿A dónde vamos? —pregunto Lilith mientras el rubio le abría la puerta.
—No muy lejos...
Lilith resopló y le dio una corta mirada a Bella antes de entrar al auto. Estaba molesta con su hermana, eso era obvio. Se acomodó en el asiento del copiloto.
—¿Has dormido bien?—pregunto el rubio arrancando el auto.
Lilith guardo, silenció un momento, por las noches le costaba dormir, de una manera u otra los recuerdos la invadían, aunque quisiera evitarlo.
Era frustrante.
—A veces me cuesta conciliar el sueño, pero duermo... solo son recuerdos que llegan a mi mente de repente—negó con la cabeza—estoy bien.
William la observo mientras manejaba.
Lilith se acomodó en el asiento para observarlo, no había manera de que chocarán, así que por alguna extraña razón le gustaba que William la observara mientras manejaba. Había algo en su mirada que a Lilith le encantaba.
—Creo que debería ir al psicólogo—menciono —me ayudo a superar el accidente, ahora solo es un recuerdo vago.
William asintió.
—Si tú lo quieres puedes hacerlo—contestó—hablando del accidente.
—Odio a Katherine por eso —interrumpió—ella la mató y me odio a mí misma porque también creo que fue mi culpa.
—No lo fue—dijo William —la culpa solo te hunde, Lili, créeme. No te culpes.
