XXII

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Noam


El vínculo entre Brid y yo se fortalecía cada día que pasaba. Disfrutaba muchísimo el tiempo que compartíamos y estoy seguro de que ella también. Puse al tanto a Ángela de todo lo que había pasado durante estos días, y me animó a que siguiera por el mismo camino. Asimismo, me sugirió que, aprovechando la proximidad de la Nochebuena, invitara a Brid a cenar a mi casa o pasarla juntos en la suya. Y, desde luego, pondría en práctica este último consejo.

     Sin embargo, analizando las dos posibilidades, prefería que Brid viniera a mi casa en lugar de ir a la suya. Me daba la corazonada de que nos lo podríamos pasar mejor en la mía. Pero, antes de hacer realidad mi pensamiento, primero tenía que saber los planes de mis padres.

     La Nochebuena era mañana y, por lo visto, mi mamá se levantó temprano para ir al supermercado. Al bajar de mi habitación, miré que todos los ingredientes que había comprado estaban en la mesa del comedor. A ella le gustaba comprar todo con antelación para evitar las prisas el día exacto.

     Y, en este momento, al percatarme de que mi mamá tenía algo grande en mente, confirmé que la idea de invitar a Brid a nuestra cena navideña sería la mejor.

     —La cena navideña de mañana promete, por lo que veo —le dije a mi mamá, levantando el pulgar.

     —¡No mires! —Mi mamá cubrió las compras con su cuerpo—. La cena de mañana es una sorpresa.

     —¿No harás lo típico?

     —Tal vez haga lo típico —me respondió sin mucha seguridad—, pero con unas modificaciones que mejorarán todo. Tú déjalo en mis manos.

     Mi mamá, al igual que con los adornos navideños, siempre se esforzaba por innovar en las cenas navideñas de cada año. Pese a que en los dos últimos años no pasé toda la Nochebuena con mis padres (porque solía irme a una fiesta), sí pude degustar la comida que preparó mi mamá, y puedo afirmar —a ciencia cierta— que estuvo exquisita.

     —Oye, mamá, ¿Habrá algún problema si invito a alguien a la cena navideña?

     —¿Ya tienes nueva novia? —me preguntó, emocionada—. ¡Al fin!

     —No es mi novia —aclaré—. Es una amiga.

     —Bueno, como quieras llamarla —me dijo, rodando sus ojos. Mi mamá era bastante expresiva—. Y sí, claro que puedes traerla. Habrá comida de sobra aquí.

     —Genial, mamá.

     Para no perder mucho tiempo, consideré hacerle la invitación a Brid a través de una llamada o mensaje, pero, a la vez, pensé que sería mejor decírselo en persona. Así pues, decidí que iría a su casa. Sabía que podía parecer molesto que, de nuevo, la fuera a visitar sin avisarle; no obstante, esta visita tenía una razón importante. Debía dejar del lado cualquier inseguridad sobre su reacción.



Toqué el timbre y Brid abrió la puerta sin demora, evitando que tocara más de dos veces. Al verla de frente, me impactó lo deslumbrante que estaba. Su cabello medio ondulado brillaba bajo la luz del día, su piel lucía más saludable y el suéter que llevaba, de rayas de colores, encajaba de forma perfecta con ella. Era tan holgado que le quedaba como vestido. Hace tiempo que no veía a una chica y pensaba que era adorable, pero aquí se me hizo imposible no hacerlo.

     —¿Quieres vivir conmigo ya? —me dijo en tono de broma.

     —¿Es una pregunta o una oferta? —Le seguí la broma.

     Mi comentario le sacó una sonrisa.

     —¿Y ahora qué te trajo por aquí? —me preguntó mientras abría la puerta por completo para que pasara.

     —Te vengo a hacer una propuesta.

     —¿Qué tipo de propuesta? —Noté que se sonrojó un poco.

     —Sabes que mañana es noche buena, ¿no?

     —¿Lo es? Vaya, no me había dado cuenta.

     —¿Es sarcasmo o estás hablando en serio? —le pregunté sin creerle.

     —Te lo digo en serio —aseguró ella—. El sarcasmo y yo no tenemos buena relación, aunque me gustaría que la tuviéramos.

     —Bueno —proseguí—. La cuestión es que me gustaría que vinieras a la ceña navideña que mi mamá preparará en mi casa.

     —¿Qué vaya a tu casa para una cena navideña? —Me miró a los ojos, negando con la cabeza—. Ni lo pienses.

     Antes de pensar en invitar a Brid, olvidé tomar en cuenta lo asocial que era.

     —¿En serio estás rechazando mi invitación?

     —¿Por qué te sorprende que lo haga? Por más que me conozcas poco, ya te habrás dado cuenta de que no me gustan ese tipo de cosas.

     —Sí, sé que no te gusta lo que conlleve a interactuar con otras personas. De hecho, me siento halagado al poder estar aquí hablando contigo. Pero creí que podrías hacer una excepción porque era yo el que te invitaba.

     —No puedo, Noam. Y, además, no me gustaría dejar solo a mi papá. Puede que para mí estas fechas no tengan mucho significado, pero siempre las he pasado junto a él.

     —También puede venir tu papá, si él quiere.

     —No te rindes tan fácil, ¿no?

     —Soy muy realista —le respondí—, pero, cuando veo que algo que quiero es asequible, lucho hasta conseguirlo.

     —Muy motivador de tu parte —me dijo casi en un tono de burla, que, en efecto, no era con mala intención, —. Pero, en este caso, deberías rendirte antes de acabar decepcionado.

     En este punto, pensé que lo correcto sería dejar de insistir. No quería llegar al grado de ser intenso. Me dispuse a cambiar de tema y, al ver que en la televisión de la sala estaba abierta la plataforma de HBO Max, saqué partido para hablar de películas. En resumen, me dijo que, a pesar de no fuera un género como tal, sus películas favoritas eran las que tenían los finales más tristes.

     Tras haber hablado alrededor de media hora, me despedí, pero no sin antes recordarle que mi propuesta seguía en pie.

     —Recuerda, sigues invitada a la cena navideña de mañana. Y tu papá también.

     Se despidió riendo y negando con la cabeza.

Más de allá que de acá ©Where stories live. Discover now