XIV

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Noam


«¿Acaso tienes una manía con salvaguardarme?»

     Esta pregunta, en particular, que me hizo Brid cuando la fui a dejar a su casa, me dejó casi sin respuesta. Asimismo, me permitió darme cuenta de que, si seguía actuando de manera sobreprotectora con ella, comenzaría a sospechar de que estaba al tanto de sus pensamientos suicidas. Y no podía permitir que eso ocurriera. Así que, de ahora en adelante, mi relación con Brid tenía que ser como habría sido si nunca hubiera leído su nota suicida.

     Esta misma noche, al regresar a mi casa, recibí un mensaje en el que unos amigos me invitaban a una fiesta. Sin embargo, no tenía ánimos de salir a ningún lado. Solo quería encerrarme en mi habitación para estar a solas. Ni siquiera sabía si, realmente, Brid me había perdonado por haber tomado el arma. Después de lo que hice, no me extrañaría que no me volviera a hablar.

     Antes de dormirme, le mandé un mensaje. Quería preguntarle si había podido dejar el arma en su sitio. Porque supuse que debía haber tener un lugar fijo donde guardarla, diferente al desayunador de la cocina.

     Yo: ¿Pudiste dejar el arma en su lugar?

     Pasaron cuarenta minutos y no me respondió. Aquí fue cuando me dije, lamentándome, que nunca me volvería a hablar. No obstante, al cabo de una hora, respiré aliviado al recibir su respuesta.

     Brid: No, el arma tiene su lugar en la habitación de mi papá. No puedo entrar si él está aquí. Lo haré en la mañana cuando se haya ido.

     Yo: Oh, entiendo. Solo es cuestión de esperar.

     Después de este mensaje, no me siguió respondiendo y tenía pinta de ser el final de la conversación, pero, antes de que eso pasara, necesitaba hacerle una última pregunta.

     Yo: Oye, una pregunta, ¿estamos bien?

     Brid: ¿A qué te refieres?

     Yo: Me refiero a que si sigues enojada conmigo por lo del arma.

     Brid: Sí, sigo enojada contigo por lo que hiciste.

     Yo: Con tal que me digas que volveremos a hablar, me quedo tranquilo.

     Brid: No sé, déjame pensarlo.

     Yo: Está bien. Tómate tu tiempo.

     Quería seguir hablando con ella, pero lo más adecuado sería dejarlo hasta aquí.



Faltaba una semana para navidad y ya había recibido varias invitaciones a diversas fiestas navideñas. Tenía tiempo de sobra para pensar si me animaba a ir a alguna. Mis padres solían organizar una cena navideña conmigo, pero no se molestaban si me iba a otro lugar después. Ahora bien, en cierta manera, pensaba en Brid, en cómo la pasaría esa noche. No sabía si volvería a verla o no; sin embargo, si me dijera que pasara la Nochebuena con ella, cancelaría cualquier plan adicional que tuviera.

     Debido al clima, que continuaba en la misma línea de frío, amanecí con el deseo de un café caliente. Era un buen momento para volver a visitar la cafetería. Momentos antes de emprender mi camino, me costó decidir cuál de mis dos motos usar, pero quise seguir probando la nueva.

     Luego de dejar estacionada la moto en frente de la cafetería, entré y el primero que me saludó fue Albert.

     —¿Qué se te ofrece hoy...? —me preguntó, tratando de recordar mi nombre.

     —Noam —le ayudé a recordar—. Quiero lo mismo de siempre: un café caliente.

     Planeaba quedarme un rato en la cafetería, así que me dirigí a una mesa para sentarme. A diferencia de la última vez que vine, el lugar lucía una bonita decoración navideña. Desde luego, causaba deleite mirar los adornos y demás.

     Albert llegó con el café, lo puso en la mesa y me dijo:

     —Veo que te llama la atención nuestra decoración navideña.

     —Sí, está muy bonita —aseguré, mirando el árbol navideño que estaba cerca de la entrada. Era pequeño pero luminoso—. Me hace querer la navidad como cuando era niño. ¿Cuánto tiempo les tomó hacer toda la decoración?

     —Cuanto tiempo me tomó —me corrigió—. La hice por mi cuenta y solo me tardé una noche. Me ofrecí para hacerlo porque ofrecían un pago extra.

     —Pues te felicito por tu gran labor. No te pudo haber quedado mejor.

     —Muchas gracias —me agradeció, alegre por el cumplido—. Te dejo para que disfrutes tu café.

     En un abrir y cerrar de ojos, terminé mi café y me quedé con ganas de más. Saqué dinero de mi cartera, llamé a Albert y le dije que me trajera otro. Mientras esperaba, observé el ir y venir de los carros por la calle, pensando en Brid. Deseaba que hubiera conseguido dejar el arma en su lugar y no estuviera planeando usarla para algo más...

     —Tienes cara de preocupación —me dijo Albert, poniendo el otro café en la mesa.

     —¿Se me nota mucho?

     —Un poco, por no decir mucho.

     —Problemas de chicas —le dije, dándole un sorbo al café—. Ya sabes.

     —Me lo imagino. —Albert estaba atento a la entrada de la cafetería por si llegaban clientes, pero, como no se asomaba nadie, continuó hablando conmigo—. ¿El problema es con una chica o con varias?

     —¿Tengo cara de mujeriego? —Me reí.

     —Mmm, sí, no te lo voy a negar. —Él también se rio.

     —No, qué va. El problema es con una sola chica.

     —No le des tantas vueltas al asunto —me aconsejó—. Si la quieres, haz todo lo posible para volver a estar bien con ella.

     —Yo quiero que así sea, pero no sé si ella querrá lo mismo.

     —Ya verás que sí. Confía.

     —Gracias por tus ánimos. —Le agradecí con sinceridad.

     —Para eso estamos —asintió él.

     Me terminé el café, acomodé la mesa y me preparé para irme.

     —Oye, Albert, una última pregunta. ¿Te gusta la navidad o solo decoraste la cafetería por dinero?

     —Es una buena pregunta. —Se cruzó de brazos, pensativo—. Creo que un poco de las dos, aunque la última navidad agradable que pasé fue hace dos años. Y ni siquiera fue en este país.

     —¿Dónde fue?, si se puede saber.

     —Me fui a las Islas Canarias con unos amigos y la chica de la que estaba enamorado.

     —¿A Canarias? ¿Las Islas?

     —Esas mismas.

     —Ya veo porque las últimas navidades no han estado a la altura para ti.

     Me despedí de él y salí de la cafetería. Albert era una persona que me inspiraba confianza. Me daba la sensación de que podríamos ser buenos amigos. Si no hubiera estado en horas laborables, tal vez le habría contado más a fondo mi problema con Brid. 

Más de allá que de acá ©Där berättelser lever. Upptäck nu