Capítulo 4

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Una vez que un objeto ha sido incorporado a una pintura, acepta un nuevo destino. - Georges Braque.

***

Melanie se refugiaba en el asiento del coche mientras contemplaba con asombro los paquetes de comida que Briona amablemente la había preparado. A ella y por supuesto a su hija Kiara. Está la miraba divertida mientras conducía y trasteaba con la emisora de radio.

—¿Podrás perdonarme? —cuestionó vacilona.

—Algún día... supongo —respondió su amiga pensativa.

—¡Vamos! ¡Fue todo un éxito! Además de salvarme el pellejo, lo cual te agradezco enormemente, has hecho que papá bailase y que casi se le saltaran los empastes de la risa. Te dije que solamente tú eras capaz de seguirle el ritmo.

Ella cabeceó satisfecha por la alegría que manaba aquel hombre a la hora de bailar, en cambio, seguía pensando que Kiara había jugado sucio al llevarla a aquella comida familiar, sin tan siquiera avisar y hablarle de la magnitud de la misma. No obstante, sabía y era consciente de que seguramente, por la gran amistad que las unía, hubiese acudido de igual manera...

—Eres consciente de que he mentido a tu familia por ti, ¿Verdad? Iré al infierno por esto.

Kiara rompió a reír con ímpetu y a pesar de que ella se moría de ganas por indagar en su relación con Rodrigo calló. Prefería continuar viendo aquella enorme sonrisa en la cara de su amiga, al menos, aquel día. Sabía que aquel tema haría que su estado de ánimo variara y no estaba dispuesto a ello. Cuando se detuvo a un lado de la calzada, junto a su casa, ella se apeó del vehículo y hecho un vistazo rápido a sus pies.

—Aún llevo tus zapatos.

—Quédatelos, ya me los darás —espetó —. Prefiero conducir sin tacones. ¿Nos vemos mañana?

—Tengo que trabajar, pero llámame... ¿Vale?

—Por supuesto, podríamos ir al "Destiny", quien sabe quizá demos con ese hombre misterioso que te masturbo y pueda terminar lo que comenzó...

—Lo estoy deseando, pero no sé si mañana me será posible —admitió intentando aparentar tranquilidad —. Llámame después de las clases y hablamos.

—De acuerdo. Te escribo cuando llegue a casa.

Melanie asintió. Ambas tenían la pequeña manía de mandarse un mensaje de texto cuando salían juntas. Tomó su bolsa de rafia con la comida sobrante y sin más rodeos se dirigió al coqueto piso en el que se podía permitir vivir. Luchó con la cerradura del portal, que tendía a atascarse con facilidad y subió las dos plantas utilizando la escalera. El piso tenía ascensor, pero prefería usar sus pies y dejar aquel dichoso aparato para cuando venía cargada con la compra, que era cuando verdaderamente lo veía útil, aunque claro, sus ancianos vecinos no pensaban lo mismo y lo usaban a cada rato. Una vez en su casa, dejo la bolsa sobre la encimera y se dispuso a guardar con apremio los recipientes de comida. Briona no solamente la había dado un trozo de tarta, sino también de asado y algún que otro canapé que había sobrado. Inmediatamente pensó que esos canapés serían su cena, ahorrándose la tediosa labor de ponerse a cocinar. Elevó la pierna y con un seco movimiento se quitó primero un zapato y después el otro. Jamás entendería porque Kiara se empeñaba en usarlos tan altos si apenas los aguantaba.

Sin poderlo evitar, pensó en Dorian y maldijo en voz alta. ¡¡Joder!! El mundo estaba lleno de mocos, pero sobre todo de hombres y era una maldita casualidad que ellos se hubiesen encontrado en aquel dichoso local de sexo y perversión. En ese instante comprendió que los dos hermanos compartían su afición por aquel local. ¿Ellos estarían al tanto de que ambos realizaban aquellas practicas? En ese instante, el timbre de la puerta sonó... ¿Quién llamaba a la puerta un domingo casi a las siete de la tarde? Vicenta, la vecina del tercero era dada a hacerlo, siempre le faltaban huevos. Sin tiempo que perder, cogió dos y aún con los zapatos en la mano camino presurosa a la misma.

Bailando con la traición | Erótica + 18 | Parte 1/4 Completa ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora