Capítulo 31

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Mientras el director se paseaba por el Gran Comedor, Harry escudriñó rápidamente la mesa de Gryffindor, buscando a sus mejores amigos. Divisó a Hermione al mismo tiempo que ella giraba la cabeza para mirarlo, con los ojos muy abiertos por la aparente sorpresa, pero con el rostro iluminado por una sonrisa de alivio. Ante el asentimiento de Harry, se levantó y se apresuró a acercarse a él, arrastrando a Ron.

-¿Tal vez deberíamos llevar la próxima conversación a un lugar más privado?- Murmuró Severus al oído de Harry justo cuando la sala estalló en fuertes vítores.
-Buena idea. ¿Quizás podríamos ir a tus aposentos?- Harry levantó la vista con una tímida sonrisa. -¿Tal vez podría quedarme contigo un rato después de decírselo a mis amigos?-.

Severus acercó a Harry a su cuerpo, agachándose para volver a susurrar al oído del adolescente. -No hay tal vez, amor. Te quedarás conmigo todo el tiempo que quieras. Para siempre, si tengo algo que decir al respecto-.

Un poco aturdido por esa declaración, Harry sólo atinó a decir un "¡quiero!" sin aliento antes de que Severus lo condujera fuera del salón.

En cuanto Ron y Hermione los alcanzaron, Severus levantó una mano. -Señorita Granger, señor Weasley. Estoy seguro de que tienen muchas preguntas para su amigo, sin embargo, la situación que nos ocupa requiere un poco más de privacidad de la que el frecuentado pasillo puede proporcionar. Sígannos, por favor-. Con esas palabras se dio la vuelta, llevándose a Harry con él, ya que su brazo seguía rodeando la cintura del adolescente de pelo desordenado, y dirigió su camino hacia las mazmorras de Hogwarts.

Harry miró alrededor de su hombro, sonriendo tímidamente ante la expresión de asombro de Ron y las cejas levantadas de Hermione. Mirando a Severus, Harry vio que los labios del maestro de pociones se movían y se curvaban en una pequeña sonrisa. Estaba claro que disfrutaba sorprendiendo a la pareja de Gryffindor y no parecía preocupado por sus posibles reacciones negativas.

Harry, en cambio, no pudo evitar sentirse un poco nervioso. Estaba esperando ese día en el que por fin podría contar a sus amigos la relación con Severus sin tener que preocuparse por las repercusiones. Quería que conocieran al hombre increíble y valiente que tanto había llegado a amar, esperando que fueran capaces de ver más allá de su personaje de profesor sarcástico y aceptaran su relación. Harry sabía que ya no podía vivir sin Severus, sólo la idea de no estar cerca de él todos los días hacía que su corazón se retorciera de una manera muy dolorosa.

Como si fuera consciente de sus sombríos pensamientos, Severus apretó la cintura de Harry de forma tranquilizadora, acercando al adolescente a su lado.

Finalmente, llegaron al oscuro pasillo que los conducía a los aposentos privados de Severus y entraron en la acogedora sala de estar del maestro de pociones.

Ron y Hermione los siguieron dentro, cerrando la puerta con un suave clic. Durante unos segundos, nadie se movió y, de repente, Harry sintió un impacto. Hermione le echó los brazos al cuello, apretándolo con tanta fuerza que sus ya doloridos músculos gritaron en señal de protesta.

-¡Oh, Harry! Estábamos tan preocupados por ti. ¿Qué ha pasado? ¿Se ha ido Voldemort de verdad? ¿Estás bien?- Dio un paso atrás y soltó a Harry cuando su siguiente respiración salió en forma de sibilancia.

-Estoy bien, Mione, sólo un poco dolorido. Deberíamos sentarnos, esto será una larga historia-. Harry se volvió hacia Severus, que lo observaba con ojos preocupados.

-Te duele-. Tocando con una mano la mejilla de Harry, Severus apartó suavemente una solitaria lágrima que se había derramado de los ojos verdes. -Deberías habérmelo dicho antes. Toma, bebe esto-. Severus sacó un pequeño frasco del bolsillo y se lo entregó a Harry.

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